Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Al inicio de esta lamentable pandemia, pocos imaginábamos los severos estragos que ésta causaría en toda la dinámica de la vida social, económica, personal y educativa.
Para los alumnos, sin duda, las circunstancias actuales, también han representado una actividad ardua, quizá aburrida, tal vez rutinaria y en algunos de los casos desmotivadora ante la imposibilidad de estar físicamente con sus compañeros y compañeras.
No obstante, en escasas ocasiones nos detenemos a pensar en las enormes dificultades que se les presentan a padres de familia con personas con discapacidad, cualquiera que esta sea; niños y niñas estudiantes que, aunado a las barreras que el tipo de educación actual conlleva, se están enfrentando a circunstancias poco favorecedoras para su desarrollo personal.
Si bien es cierto existen en algunas escuelas públicas las unidades de apoyo a la educación regular que los atienden, con sus carencias, particularidades y vicisitudes en su operación, pero con un profundo sentido de la responsabilidad, en la situación actuales, el apoyo, la dedicación y el amor profesado por los padres de familia para la atención de sus hijos con discapacidad es fundamental.
Es admirable la dedicación que desde dentro del hogar se les brinda a estos valerosos estudiantes, los pequeños avances que ante los ojos de la normalidad puedan tener, son un paso enorme para su óptimo desenvolvimiento en la vida.
Por ello, como me lo comentó una maestra, madre de familia con un niño con Síndrome de Down, de este confinamiento podemos agradecer una cosa: tener la oportunidad de convivir aún más con los hijos, atenderlos personal y cariñosamente el mayor número de horas al día ya que la jornada laboral presencial impedía que así fuera. De ahí su alegría.
Estos momentos representan pues, la ocasión para reconocer y admirar a los padres de familia y a los niños, niñas y jóvenes estudiantes con discapacidad que, aún con adversidades, se esmeran por aprender, por desenvolverse y ser felices, porque finalmente ese es el sentido de la vida misma.
Cumplir con la función docente en estos tiempos se ha convertido en una labor titánica, digna de admiración, respeto y reconocimiento, sobre todo para aquellos maestros y maestras, que aún a la distancia atienden a estos guerreros de la vida.