Agotados, médicos se entristecen de que la gente siga en calles y fiestas

Ciudad de México. Desde hace nueve meses afrontan el temor constante a un contagio, el estrés de largas jornadas laborales y el cansancio acumulado de meses de batalla contra el Covid-19. En algunos casos, incluso, han cambiado el ver nacer un bebé por la mañana a enfrentarse a la muerte por las noches.

Víctor Adolfo, Araceli y Héctor Luis son tres médicos de nueva contratación que aceptaron laborar en hospitales públicos para combatir esta pandemia, para hacerlo dejamos muchas cosas atrás, la familia, los amigos, las cosas que nos gustaba hacer y lo hacemos porque juramos enfrentarnos a la muerte y tratar de salvar vidas, pero a veces te da mucha tristeza cuando vas por la calle y ves a las personas que no se cuidan, se apiñan, acuden en masa a tiendas o hacen reuniones. Y sabes que más adelante van a ser nuestros pacientes.

Ha sido un proceso largo y difícil, afirma Víctor Adolfo, quien abandonó su práctica privada debido al cansancio extremo. En entrevista con La Jornada, asegura que los pacientes Covid absorben mucha energía, porque enfrentamos una enfermedad desconocida, sin tratamiento y con equipos de protección personal a los que en los primeros meses fue muy difícil adaptarse.

Al principio de la pandemia, recuerda, lo que queríamos era trabajo, estar en la primera línea de batalla y saber qué se sentía. Fue emocionante en esos primeros meses, aprendimos cosas nuevas, era muy bonito estar dentro de la linea de batalla, pero conforme fue pasando el tiempo se ha ido haciendo más pesado. Llegas a casa sin ganas de nada, agotado, cansado, física y mentalmente.

Reconoce que hay tristeza y de­sánimo al ver que las personas que no se cuidan. “Y los comentarios negativos también afectan, porque no faltan las preguntas incómodas: ‘¿doctor, es cierto que están matando a los enfermos en los hospitales?’ Si supieran todo lo que hemos dejado atrás para seguir cuidándolos, no dirían eso”.

De la pediatría a la lucha contra el coronavirus

Araceli decidió, desde que tuvo las primeras noticias de una nueva pandemia que se desarrollaba en China, que estaría en la primera línea de batalla. Su especialidad es pediatría, pero aun así se incorporó al cuidado de pacientes con Covid-19 en un hospital público.

“Ha sido un gran reto para mí, porque desde hace seis años ejerzo mi especialdiad. Estoy acostumbrada a ver bebés, jugar con ellos y ahora me enfrento a tratar de comunicarme con adultos, con pacientes de la tercera edad, que muchas veces no hablan, que ya no tienen todas sus funciones; me costó mucho trabajo, pero no me arrepiento de esta decisión.

Creo que, como médicos, independientemente de la especialidad, tenemos un compromiso, y antes de entrar por primera vez a un pabellón Covid leí nuevamente el juramento hipocrático, y nos recuerda que estamos para enfrentar la muerte y buscar ayudar a nuestros pacientes.

Su labor como médica de atención Covid la llevó a abandonar su hogar ante el riesgo de un contagio para su familia. Tuve que salir de casa y rentar un espacio sólo para mí. El miedo a infectarlos fue un reto personal y profesional, además dejas atrás muchas cosas: tu familia, tu casa, tu mascota, lo que te gusta hacer, disfrutar de cualquier fecha importante y hasta tu televisor; pierdes tus comodidades.

Héctor Luis es otro de los médicos que dejó su especialidad, la medicina del deporte, para atender pacientes Covid. Considera que la pandemia nos mostró nuestra parte más frágil. Los primeros meses había mucho temor al contagio, no sabíamos qué podía pasar. Adoptamos nuevas rutinas. Llegar a casa a bañarnos, cambio de ropa, dejar zapatos afuera y reducir la convivencia familiar.

En el hospital, señala, nuevamente enfrentamos ocupaciones hospitalarias elevadas, y tenemos que volver a redoblar esfuerzos para atender de la mejor forma posible a nuestros pacientes.

Fuente: La Jornada.