Los beneficios de los dominantes, la maldición de los dominados

Por: Profr. Jorge Rodríguez

Hoy en día la definición de capitalismo consiste en la riqueza de unos países y en la basta pobreza de otros, es decir, para que esto exista es necesario un ganador y un perdedor.

Nosotros como pueblo hemos sido especialistas en ser perdedores, desde que los españoles emprendieron el primer viaje de conquista, y nos clavaron sus enormes dientes en la garganta; desde entonces nos hemos ido perfeccionando en este oficio, como sirvientes, al servicio siempre de las necesidades de los extranjeros, somos fuente finita de bienes materiales y mano de obra barata, producimos bienes, que ellos consumen y ganan más por ello que nosotros produciéndolos.

Siempre nosotros hemos hecho concesiones a extranjero, pero nunca el extranjero a nosotros, eso es trabajo de los jodidos.

Somos como el hijo no deseado de América, somos la América Latina sirviente, el hijo que entrega todo, por miedo a dejar de ser llamado hijo.

Nuestra derrota, como diría el escritor Eduardo Galeano, siempre ha vivido en la victoria de los vencedores, es decir, ellos no ganaron nosotros perdimos.

El beneficio de nuestras clases dominantes, que solo dominan al interior, pero son dominadas por el exterior, ese beneficio aberrante y cruel, es para el resto y mayoría una verdadera maldición.

Tendremos que comenzar a reflexionar los conceptos de desarrollo, desde la visión capitalista y desde la visión periférica, desde el capitalismo, desde arriba y desde afuera, desarrollo es crecimiento económico( pero no para todos), es bienes materiales, el desarrollo es frío, metálico, lo que provoca desigualdad( daños colaterales lo llaman); pero el concepto desarrollo visto desde abajo y desde adentro, es justicia, igualdad, libertad para todos.

Desgraciadamente el edificio enorme del capitalismo descansa sobre cimientos de desigualdad, sobre los olvidados del mundo, los desharrapados. Este sistema nos alimenta de mitos, «con muchas ganas, voluntad, podrás ser parte de la opulencia» como los jodidos no tuviéramos ganas y voluntad de una vida mejor.