Por: Rosalío Morales Vargas
Chayoteros de antaño en furias deleznables
al servicio de grupos de pérfido atavismo,
los pseudointelectuales de olimpos execrables
precipitan su ira hasta el fondo del abismo.
Si les conviene obsequian silencios ominosos
o acomodan la alfombra de las adulaciones
y pueden inventar sus infundios asquerosos
en la infame coartada de las acusaciones.
Son mercaderes grises de villanías y enconos,
contratistas a sueldo de falsa información,
sus «letras libres» de mercenario rostro y tonos
la ética rehuyen, ejercen la traición.
Exhiben nexos tan innombrables como viles,
muestran los verdaderos oficios del oprobio,
cuando se acaban sus privilegios son hostiles,
se trastocan en dura gabela, en agobio.
Plañen de asedio a su libertad y a su palabra
en medio de un ambiente rampante y explosivo,
no salen del pantano de oscuridad macabra,
añoran el pasado de un ogro redivivo.
Despejará senderos la prensa libre y digna,
la que no se aficione al dinero y al poder,
la que jamás se venda ni actue bajo consigna,
el pregón justiciero que cumple su deber.