Acaben con la incertidumbre ¡Ya!

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Al iniciar las desafortunadas condiciones de  salud que hasta el día de hoy aquejan al orbe entero, las autoridades educativas locales mencionaron que, dado el confinamiento y sus repercusiones, las actividades académicas debían evitar al máximo la generación de estrés entre los maestros, alumnos y padres de familia; razón justificada tenían para ello.

Sin embargo, parece que con su actuar en fechas recientes, ha cambiado su percepción, pues los anuncios respecto a la culminación de ciclo escolar tan cambiantes como absurdos están procurando el efecto contrario a lo sugerido semanas atrás.

Mientras la semaforización federal indicó ya fechas referenciales para las actividades docentes del ciclo 2019-2020, a nivel estatal aún no definen si esa calendarización será válida o si sufrirá modificación alguna.

Como siempre, en la última escala de las “grandes decisiones” de la secretaría educativa se encuentran los maestros y alumnos quienes finalmente deben ajustar sus clases y tareas que les son dictadas desde escritorios alejados de la realidad docente.

Vivir en la incertidumbre, en la falta de certeza y en la zozobra por saber hasta cuando se debe de planear, qué días se calificará y cómo, resulta estresante, si la propia pandemia y la creación de clases por vías tecnológicas ya lo era, una lamentable falta de claridad lo acrecenta.

¿Es mucho pedir que mediante un decreto se confirme, sin lugar a dudas, el fin del ciclo escolar? ¿ Poner fechas definitivas es demasiado pedir? ¿Porqué jugar con temas tan delicados hasta para la salud mental de niños, docentes y padres de familia? Puede sonar exagerado pero solamente quien está inmerso en las lides magisteriales entienden lo delicado de dichas indefiniciones. Las circunstancias obligan a tomar determinaciones claras.

No es justo que se tome a fiesta un asunto de primordial trascendencia con anuncios que un día tienen validez y al siguiente pierden su vigencia, se requiere pensar como maestro para comprender lo desgastante que es recibir indicaciones que al paso de las horas se modifican. Los docentes tienen vida personal también (por si a algún funcionario se le ha olvidado) y lo mínimo que se exige es seriedad y determinación para indicar el rumbo de la educación.