Por: Víctor M. Quintana S.
Paquita Jiménez lleva en su alma y en su cuerpo las mejores causas de la sociedad chihuahuense de los últimos 30 años y también las mejores actitudes de una ciudadanía que lucha un día sí y otro también por construir un mundo incluyente, justo, sostenible y amoroso.
Ojinaguense, ingeniera del Tec de Chihuahua, esposa y madre de familia, Paquita se inicia en los movimientos sociales encabezando la lucha de las y los vecinos del fraccionamiento Panorámico contra la construcción de una planta tratadora de aguas negras en la cercanía de sus viviendas. Ahí comienza su relación con la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, COSYDDHAC, ahí finca su compromiso con los derechos humanos, con la construcción de una ciudadanía plena para todas y para todos y ya nunca puede separarse de él; lo convierte en la opción fundamental de su vida, alimentada por su profundo sentido humano y por la mística de su cristianismo liberador.
El activismo de Paquita ha sido profundamente ciudadano, plural, unitario, combativo sin dejar de ser respetuoso. Ajeno a partidismos, lejano a la búsqueda del poder, pero intenso en la transformación de la sociedad. Con esa actitud básica la hemos visto participar en los más importantes movimientos sociales del Chihuahua y del país de la década final del milenio anterior y las dos décadas iniciales del actual: la defensa y promoción de los derechos humanos, sobre todo de los pueblos indígenas, la defensa de las y los deudores de la banca, la solidaridad con las luchas campesinas, poco a poco se fue integrando al Movimiento Estatal de Mujeres, a los movimientos por la paz. Participó muy activamente en la Unión Ciudadana y en la Alianza Ciudadana por Chihuahua.
Es cofundadora y dirigente de la Red por la Participación Ciudadana, que llevó a cabo el primer esfuerzo a nivel nacional de monitoreo de la labor del congreso local. Junto con otras organizaciones como el Plan Estratégico de Juárez promovieron intensamente una nueva y muy avanzada Ley de Participación Ciudadana hasta que vieron cristalizado sus esfuerzos con la aprobación de la misma por parte del Congreso del Estado. También contribuyó a la creación del Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información Pública, ICHITAIP, y a la conformación del Sistema Estatal Anticorrupción. Prácticamente no hay avance en la ciudadanización de la democracia chihuahuense donde no haya un aporte de Paquita.
Uno de los motores del corazón comprometido de Paquita ha sido su espiritualidad. Su inspiración católica se nutre de la corriente del cristianismo social, del cristianismo de liberación, como dice Michel Lowy. Tanto así que al asumir el Padre Camilo Daniel la dirección de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, a principios de los años 2000 invitó a Paquita a ser su colaboradora. Ahí, ella con su paciencia, su discurso sencillo y reflexionado, con su plática pausada tuvo su aporte en el convencimiento de algunos obispos para la causa de los pobres.
Mi memoria personal de la manera de ser y de actuar de Paquita, lo resumo en una palabra que ella solía emplear frecuentemente: “articular”. Paquita busca siempre sumar: personas, organizaciones, a las luchas por la justicia y la paz. Trata siempre de propiciar el diálogo y el acercamiento entre quienes se distancian, va en busca de quienes dejaban la causa, tratando de comprenderlos. Su hablar pausado, muy pausado, como pensando cada palabra antes de enunciarla, su cuidado por no incurrir en el insulto, en la descalificación fácil, su empatía y cariño por las compañeras y compañeros, son su manera de hacerse presente en los movimientos. Eso es lo que la ha ido haciendo importante en ellos: conciliadora una presencia amable, sin búsqueda de protagonismos, necesaria.
Esta es mi memoria de Paquita. Una memoria no sólo de la mente, sino y sobre todo de un gran corazón, como debe ser el corazón ciudadano que finque una nueva sociedad. Por todo ello, por tu paso inolvidable por nuestras vidas y nuestras causas, GRACIAS, PAQUITA.