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La pesadilla de los cambios de adscripción

Opinión por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Polémicos, por decir lo menos están resultando los lineamientos y la convocatoria para cambios de Centros de Trabajo o llamados también cambios de adscripción para el personal magisterial.

La directriz de tener al menos 2 años ininterrumpidos laborando en el mismo lugar ha centrado las críticas en favor y en contra, sobre todo, por las injusticias que esto puede generar.

Me parece correcto el que sigan considerando el factor de antigüedad para ponderar las solicitudes de cambio, no obstante, ésta debe ser en general por los años que el o la maestra tenga en el sistema y no necesariamente los dos años exigidos, creo que con 1 solo ciclo escolar completo bastaría para ser candidato a pedir su movimiento; esto no es nuevo, en otros años así había sido estipulado, por ello no se entiende la necesidad de generar descontentos innecesarios.

Además de lo anterior, lo inexplicable y poco claro es que al momento de ingresar a la liga señalada para registrar la intención de obtener el cambio, solamente pide los datos del trabajador pero sin que el sistema ofrezca lugares o centros de trabajo a los cuales poder cambiarse, es decir, exclusivamente se le indica al personal que queda manifiesta su petición pero sin siquiera saber cuáles escuelas están disponibles; ¡incomprensible!

El no tener definidas las vacantes es un caldo de cultivo para la manipulación, el manoseo o el actuar desaseado por parte de quien tenga la facultad y/o el conocimiento de la vacancia.

La opacidad con que se pueda manejar este importantísimo proceso no es cosa que deba soslayarse pues implica un impacto trascendental para la vida personal, económica y social de los docentes.

Me parece increíble que con tanta experiencia adquirida, los actores del procedimiento administrativo que nos ocupa en esta entrega no hayan identificado las probabilidades de descontentos generalizados que pueden ocasionarse, tal vez falta o faltó pedir asesoría a algunos de los miles de maestros y maestras que día a día sí dan clases y saben perfectamente, porque lo viven y lo sufren, de las circunstancias que resultan más favorables, sobre todo justas, para lograr los beneficios a que son acreedores por su dedicada labor.

Lejos de crear una disociación, las autoridades están llamadas una vez más a brindar certeza, transparencia y justicia. No hay más.

 

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