Todos necesitamos comulgar, y no sólo la Sagrada Comunión, necesitamos de la confesión y de los demás sacramentos.
Qué bueno que haya el deseo, la necesidad de los sacramentos y de la vida eclesial completa, íntegra en todo su dinamismo y belleza, con todo, no estamos renunciando a los sacramentos, ni buscando una Iglesia cibernética, menos pretendiendo otras formas de religiosidad naturistas, espiritistas o de otro tipo.
Seguimos firmes en el Señor, deseosos de escuchar su Palabra y celebrar los sacramentos, felices de poder congregarnos en nuestras Iglesias y como Iglesia, al amparo de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, en torno a nuestro arzobispo Constancio y a nuestros pastores.
Con todo, hoy, hay una particular necesidad. No es el miedo a ser contagiados, lo digo en lo que se refiere a la propia persona.
Que hermoso testimonio de santos de ayer y de hoy, qué belleza de generosidad del personal sanitario que cada día arriesgan, con una doble perspectiva de salud: la atención directa al enfermo para su salud o, al menos, sobrellevar el dolor, y, segundo, prevenir que se multipliquen los casos.
Una situación y otra, en nuestro México es de aplaudir. Lo contrario, es suicida, es criminal.
Congregarnos pensando que Dios tiene poder, es ignorar el orden de la creación, del que Él mismo es autor y que, con ayuda de la ciencia y de la tecnología, podemos reconocer. Congregarnos en este México del que nos dicen que está preparado con recursos humanos, económicos y médicos, cuando la experiencia nos enseña que no hay recursos para lo ordinario, es criminal.
Hoy, con profundo espíritu de fe, de esperanza y de caridad, unidos a nuestros pastores, como Iglesia, estamos llamados a testimoniar la alegría de nuestra fe, en la esperanza de mejores momentos.
Seguimos observando el distanciamiento sanitario y el lavado de manos; recuerda: «QUÉDATE EN CASA»
Pbro. Gustavo Sánchez Prieto
Vocero de la Arquidiócesis de Chihuahua
