Por: Víctor M. Quintana S.
Desde la campaña de 2006 explicaba con una parábola a auditorios del medio rural, la lógica de la divisa de AMLO: “Por el bien de todos, primero los pobres”: si dispones de poca agua y riegas un árbol desde el follaje, vas a desperdiciar buena parte de ella y no se beneficiará todo el árbol. Pero si enfocas el agua a las raíces, todo el árbol se va a beneficiar. Así funciona el riego por goteo. Esa es la racionalidad que está detrás del Plan de Reactivación Económica anunciado por AMLO el 5 de abril.
Ya se ha detallado en qué consiste dicho Plan, que contempla una transferencia sin precedentes en favor de las personas más pobres de este país. En pocas palabras: 22 millones de personas serán beneficiarias de la inversión en programas sociales; entre ellas 8 millones de personas mayores a las que se destinarán 42 mil millones de pesos; se otorgarán 2 millones de créditos para vivienda y microempresas, entre otros; se pretende generar 2 millones de empleos. El financiamiento será con los fondos obtenidos de la extinción de los fideicomisos, de la banca de desarrollo y de la profundización del Plan de Austeridad Republicana.
Se busca proteger en primer lugar a los sectores más desprotegidos: personas mayores, con discapacidad, jóvenes, población en extrema pobreza, personas en la economía informal. Esta derrama tendrá un efecto hacia arriba, es decir, que quienes reciben las transferencias las van a utilizar, no para especular, o comprar artículos suntuarios, sino para ayudarse en el día a día, para comprar en la tiendita de la esquina, comprar medicamentos en el barrio, consumirles a los conocidos que vendan comida. Así tendrán más efecto multiplicador. Todo lo contrario del FOBAPROA: se regó el árbol por el follaje de la banca y los beneficios nunca bajaron de ahí.
Un empresario chihuahuense, simpatizante de la 4T me decía esto sobre FOBAPROA, y manifestaba su preocupación por las empresas y los trabajadores que están en el tronco del árbol. Dado lo serio de la crisis provocada por el confinamiento, el cierre de establecimientos, el desempleo (ya van 346 mil nuevos desempleados), ellos también serán muy afectados y no va a ser suficiente la reactivación económica de los de más abajo para sostenerlos. Por eso es necesario un fuerte apoyo adicional para las pequeñas y medianas empresas que generan casi una tercera parte del empleo en el país. Lo que este empresario sabiamente expresa lo han dicho otras voces. A ellas va encaminada la acción del SAT para que se les beneficie con un fondo constituido con los adeudos fiscales de quince grandes consorcios que deben 50 mil millones de pesos.
Pero este fondo puede no resultar suficiente, sobre todo teniendo en cuenta tres variables más: que el confinamiento se extienda y caiga más el empleo; y que, consecuentemente, también se vaya para abajo la recaudación fiscal, lo que dificultaría incluso cumplir las propias metas del plan de reactivación. La otra variable es el precio del petróleo. (Afortunadamente ahí hay que anotar otra buena al Gobierno Federal: su capacidad de negociación con Trump para que sean los Estados Unidos quienes cubran la mayor parte de la reducción del volumen del crudo acordada por la OPEP). Por todo eso es necesaria la apertura para considerar e implementar medidas adicionales. Abona mucho en este sentido el Acuerdo Nacional de Unidad y Solidaridad, dado a conocer el 4 de abril por el presidente del CEN de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar propone toda una serie de medidas viables para apoyar la planta productiva, a la fuerza laboral y a la población más vulnerable y la forma de financiarlas. Otros sectores han adelantado también sus propuestas y habría que escucharlas.
Debe considerarse también que, además de estás política coyunturales, el gobierno de la 4T está tomando opciones estructurales que van en el sentido correcto, según nos dicen los aprendizajes que hemos sacado con la crisis del Coronavirus: fortalecer la soberanía de los Estados Nacionales; reconstruir los devastados servicios de salud para que ésta deje de manejarse como una mercancía; depender menos de las cadenas globales de valor y ser más autosuficientes, sobre todo en alimentos y energía, avanzar en la construcción de una economía que cubra las necesidades de todas y de todos, más que expandir el poder de consumo de los ya integrados. Al mismo tiempo, sin romper con los Estados Unidos se está construyendo una muy buena relación con quien será el gran actor económico del mundo post-coronavirus: China.
El gobierno de AMLO está haciendo el mejor de sus esfuerzos. Podrá criticarse que no son suficientes y que hay sectores en la segunda línea de la vulnerabilidad que también van a ser muy afectados, pero no se justifican los linchamientos mediáticos y cibernéticos que se han emprendido en su contra. El de aquellos sectores oportunistas que, como ven el vaso medio vacío, quieren vaciarlo con todo y el que está tratando de llenarlo, con intenciones de “golpe blando”. Son tiempos de diálogo y unidad nacional, convocado desde la Presidencia que tiene el liderazgo legítimo, con los sectores que están dispuestos a dejar de sacar tajada de los errores reales o supuestos de gobierno y aportar propuestas de solución viables
Lo acaba de señalar muy bien en este contexto, Pedro Sánchez, el presidente de España: no saldrá de su boca ningún reproche o descalificación, sólo se escucharán los llamados a la unidad para la reconstrucción económica y social de su país. La democracia, dice él, es pluralidad, pero unidad ante el enemigo común, el Coronavirus.