La fortuna de ser docente

Opinión por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Difíciles días los que actualmente estamos viviendo por el crecimiento exponencial de los contagios del COVID 19 en nuestro país; las medidas preventivas no están demás ante la posibilidad de contraer el virus que agobia a gran parte de la población mundial.

Por ello destacan, no sin polémica, las recomendaciones hechas por la autoridad competente respecto a no salir de casa, situación que ha polarizado a la sociedad en general ante las asimétricas perspectivas de poder o no poder permanecer en el hogar en esta complicada etapa.

Por ello, aún con carencias, con  menosprecio o poco valorados, los maestros y maestras somos afortunados de laborar en el servicio público educativo, lo somos por la oportunidad de nosotros sí poder permanecer en el seno familiar y cuidar la salud y con ello la de los nuestros.

Podemos quejarnos de los injustos salarios obtenidos ante el gran compromiso de educar, no obstante, somos afortunados por no tener la obligación de salir a exponernos, por tener la grandiosa ocasión de convivir con nuestros hijos, padres o hermanos dentro de casa.

Nos hemos puesto a reflexionar ¿Cuántas personas, en estos momentos, desearían ser docentes o personal de apoyo a la educación? Porque son estos momentos en los que podemos realmente hacer una introspección y valorar la dicha de una profesión, muchas veces desdeñada, pero ahora mismo añorada por muchos.

Sí, tenemos una y mil quejas acerca de la poca importancia que malamente en muchas ocasiones hasta la misma autoridad nos profesa, sin embargo, poco reparamos en que somos profesionistas envidiables y envidiados porque en contingencias como estas, sí podemos estar cerca de los nuestros para reforzar los lazos familiares y recuperar el tiempo que por brindarles a nuestros alumnos y alumnas dejamos de ofrecerles a nuestros hijos e hijas.

Hay infinidad de gente que no puede recluirse en el hogar porque viven de sus ventas o de otro tipo de servicio público o privado, por ello, sugiero que cada vez que pretendamos renegar, aunque sea un poco, de nuestra magnífica labor educativa pensemos en lo bendecido que somos y para muestra el botón de la situación actual.