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Enero en Torreón

Por: Rosalío Morales Vargas

 
En el invierno crudo y desolado
flota el dolor y la tristeza.
Entre las dunas de atribulada desmemoria
parece taponarse la salida.
En las entrañas carcomidas de abandono,
se cierran las espesas cortinas de humo opaco
y aulla un viento envenenado y deletéreo.

 
Pero antes de la condena lapidaria,
de la pesada carga del estigma,
de la respuesta fácil,
de las borrascas del encono,
de la tenaza del baldón
y los hostilizantes turbiones de echar culpas.

 
Inquiramos en las acciones que hemos hecho,
para dinamitar cimientos y pilares
de esta sociedad enferma
y prisionera en redes de codicia,
en la patología del abuso,
en la violencia y los delirios de poder,
deslumbrada por espejismos de riquezas.

 
¿ O es que Ayotzinapa ha quedado atrás?
¿ Y todos los rincones de esta patria
con plétora de fosas
y transformada en cementerio clandestino?

 
El abismo se afana en atraernos.
Sin embargo; no todo está perdido,
podemos atisbar un horizonte
donde la vida solidaria sea posible,
donde deasparezcan desamparo y displicencia
y el hedor de la inquina y la ruindad
pertenezca a un pasado
lejano y deleznable.

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