Un decálogo para el magisterio mexicano: más que deseos, justicia social

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Por: Felipe Villa

En la actualidad, México se encuentra en una encrucijada educativa, porque mientras en el discurso se alardea de la Nueva Escuela Mexicana y del humanismo, en las aulas se vive otra historia: resistencia, agotamiento y vocación a prueba cada día. Hoy el magisterio no necesita más aplausos huecos ni homenajes de un día; necesita transformaciones estructurales que reconozcan su trabajo, no como un apostolado sacrificado, sino como una profesión de alto nivel que sostiene al país. Los maestros mexicanos muchas veces llamados «agentes de cambio», hoy llevan sobre sus hombros mucho más de lo que implica la descripción de un puesto y cuando se propone una carta de deseos para el magisterio, no estamos escribiendo a los Reyes Magos ni pidiendo utopías irrealizables, porque en tiempos cruciales para la educación del país, estos son los 10 deseos para enaltecer a quienes forjan el futuro.

1. Desburocratización radical: dejar de ser capturistas para volver a ser pedagogos.

La sobrecarga burocrática es el principal enemigo de la calidad educativa, ya que el sistema educativo mexicano sufre una «documentitis» crónica en la que evidencia de trabajo es más importante que el trabajo mismo y el profesor pierde horas efectivas de planeación y diseño didáctico por llenar formatos que nadie lee. Imaginemos a un profesor que tiene que entregar la «Ficha Descriptiva» de sus alumnos. Primero la hace a mano en el aula, luego la pasa a Word porque le solicitan en la dirección, luego tiene que subir esos datos a una plataforma estatal que siempre se satura y, por último, la imprime para el archivo físico. Hoy es urgente un sistema único, digital e intuitivo que centralice la información y evite la duplicidad de trabajo.

2. Transparencia y equidad en USICAMM

La USICAMM ha llegado a ser vista como un muro burocrático más que como un canal de desarrollo y hoy los procesos de ingreso y promoción horizontal/vertical carecen de criterios definidos y transparentes en la ponderación de factores multifactoriales. Un maestro con maestría y doctorado, años de estudio, queda por debajo de otro compañero porque los cursos de capacitación tuvieron un peso exagerado o arbitrario en esa convocatoria en particular. Ahora es necesario definir normas transparentes que no se modifiquen anualmente y una ponderación real de la trayectoria y experiencia frente a grupo.

3. Salud mental y emocional como política pública

El burnout en el profesorado ya no es una teoría, es una crisis de salud pública y los profesores están lidiando con la postpandemia: ansiedad estudiantil, violencia doméstica, rezago educativo y sin recursos de contención emocional para ellos mismos. Una profesora de secundaria es insultada por un alumno y, al denunciarlo, le dicen que «tenga empatía» por la situación del alumno, ignorando su propio miedo y estrés. Al día siguiente tiene que volver a la misma clase, con el corazón latiendo a todo lo que da, pretendiendo que nada ocurrió. Hoy es necesario implementar protocolos de atención psicológica inmediata y días libres por salud mental (sin descuento salarial) en caso de crisis emocionales.

4. Salario Profesional: Dignidad económica verdadera

Hay avances, pero con los aumentos anunciados en los últimos años, la inflación se ha comido el poder adquisitivo del profesorado y hoy el «salario profesional» debe permitir que un docente pueda mantener dignamente a su familia trabajando un solo turno y que tenga las tardes libres para prepararse, descansar o estar con su familia, no para buscar ingresos adicionales. El «Docente-uber» o la Maestra que vende ropa por catálogo en la sala de maestros no es emprendimiento, es precariedad. Esto no nace de una pasión por el comercio o el transporte; nace de la asfixia económica y cuando un profesional con licenciatura, maestría o doctorado tiene que diversificar sus ingresos en rubros ajenos a su vocación solo para llegar a fin de mes, el sistema educativo está fallando en lo más básico.

5. Seguridad jurídica y protección frente a la vulnerabilidad.

Vivimos la época de la hipervigilancia y judicialización de la profesión docente y sabemos que los Derechos Humanos son intocables, pero se interpretan para desautorizar al profesorado ante cualquier denuncia injustificada de padres o alumnos y en estas condiciones, no se puede pedir educación de primer mundo en escuelas de tercer mundo. Hoy se ha roto el pacto de confianza entre familia y escuela, por lo que se necesita una campaña nacional y una toma de posición de las autoridades para restablecer la autoridad moral y pedagógica del maestro. Hoy en día, si un maestro separa a dos alumnos que se están peleando, al día siguiente puede ser denunciado por «uso excesivo de fuerza» y suspendido de empleo y sueldo en forma preventiva, entregado al escarnio público sin investigación previa. Ahora debe existir de manera urgente un marco legal que asegure la presunción de inocencia y la asistencia legal gratuita y especializada desde el primer momento por quien corresponda.

6. Infraestructura adecuada y tecnología de verdad.

La brecha digital y de infraestructura es una herida abierta y «La Escuela es Nuestra» ha delegado la responsabilidad en los padres de familia, pero el Estado no puede desentenderse de su obligación de proveer espacios dignos y en muchas zonas extremas (norte del país, por ejemplo) hay maestros dando clases a 40°C porque el transformador de la escuela no da para el aire acondicionado. El Estado debe retomar su papel de garante de la infraestructura mayor y los padres de familia pueden apoyar en el mantenimiento menor, pero la estructura (el esqueleto de la escuela) es una cuestión de soberanía educativa y justicia social.

7. Formación permanente, situada y de calidad.

El profesorado reniega de los cursos «en cascada» y de los webinars masivos en los que alguien lee diapositivas durante dos horas. Hoy la capacitación tiene que dar respuesta a lo que realmente necesita el aula: neuroeducación, resolución de conflictos, inteligencia artificial, educación socioemocional; en vez de obligar al profesor a un curso genérico de «Liderazgo», es mejor ofrecer talleres prácticos sobre cómo adaptar la planeación didáctica para un alumno con autismo o cómo identificar signos tempranos de maltrato infantil y cuál es la ruta legal precisa para seguir.

8. Autonomía Profesional vs. Control Administrativo

La Nueva Escuela Mexicana propone autonomía curricular (codiseño), pero en la realidad las supervisiones y jefaturas de sector continúan exigiendo estandarización por temor a «salirse del huacal» y confiar en el profesional de la educación es fundamental. Supongamos que un grupo de maestros quiere trabajar un proyecto comunitario sobre el agua porque es el problema de su colonia, pero la dirección o la supervisión los detiene. Para que la Nueva Escuela Mexicana funcione, la transformación no puede ser solo de los maestros frente a grupo; la transformación debe ser primero, desde la gestión directiva y supervisora.Una supervisión moderna no debe preguntar: ¿Por qué no están haciendo lo mismo que la escuela de al lado? Mas bien debería preguntar: ¿Cómo justificas pedagógicamente que este proyecto responde mejor a las necesidades de tu comunidad que el programa estándar?

9. No a la masificación de las aulas

La atención personalizada» e «inclusiva» es una mentira aritmética cuando se tienen 45 o 50 alumnos en un aula de 6 por 8 metros, porque la masificación impide mirar al educando como persona; lo transforma en un número y un maestro de 1º de primaria con 40 niños si revisa el cuaderno de cada uno, y da retroalimentación personalizada, se le va toda la clase (casi todo el bloque) y no hay tiempo para enseñar una verdadera educación humanista. Hablar de «inclusión» en aulas masificadas es una contradicción. La verdadera inclusión requiere adaptar metodologías, tiempos y recursos a las necesidades específicas de alumnos con TDAH, autismo, discapacidades o barreras de aprendizaje. Introducir a 45 alumnos en un salón sin auxiliares y exigir «inclusión» es una trampa y lo que realmente sucede es que el docente se quema (burnout) intentando atender a todos y terminando frustrado por no poder atender bien a ninguno.

10. Revalorización Social: nuevo pacto Familia-Escuela

Por último, el anhelo más vago, pero quizás el más doloroso es el pacto de confianza entre familia y escuela, por lo que se necesita una campaña nacional y una toma de posición de las autoridades para restablecer la autoridad moral y pedagógica del maestro. Hoy en día los grupos de WhatsApp de padres de familia son tribunales donde se juzga, critica y denigra al profesor sin estar él presente para defenderse. Es urgente que la autoridad educativa pueda marcar límites: la escuela es un lugar profesional y el profesor debe tener el mando en el aula.

Estos 10 puntos no son una carta a Santa Claus o a los Reyes Magos, son las condiciones mínimas para que el sistema educativo mexicano funcione y el hacer caso omiso de estas necesidades es condenar a la educación pública a una muerte silenciosa. Si de verdad queremos cambiar a México desde las aulas, tenemos que empezar por cuidar, respetar y dignificar a quienes abren la puerta del salón cada mañana y reciben el futuro del país.