Por: Dr. Héctor Alejandro Navarro Barrón. Consultor en Educación en Estado de Derecho y Cultura de la Legalidad
Aún viajo, mentalmente, por la carretera Chihuahua-Camargo que recorrí semanalmente entre 2015 y 2017. En aquellos años, dirigir la Secundaria Estatal 3032, “La Casa de los Jaguares,” era parte de mi proceso de promoción: un trayecto de gestión y compromiso. Hoy, desde la capital, ver las noticias me provoca un nudo en el estómago al pensar en mis colegas que, esta semana, intentaron llegar a sus escuelas solo para toparse con un estado paralizado.
El lunes 24 de noviembre no fue un inicio de semana cualquiera. Chihuahua amaneció sitiado, no por el clima, sino por la desesperación. El «Megabloqueo» convocado por la Alianza Mexicana de Organización de Transportistas (ANTAC) y grupos de agricultores convirtió las arterias vitales del estado en estacionamientos gigantescos.
Para el docente foráneo, el lunes es un ritual: el día de la «bajada» a la comunidad, el retorno a la sierra o a las zonas rurales tras el fin de semana familiar. Ayer, sin embargo, cientos de maestros quedaron varados en tramos como la Camargo-Delicias o la Jiménez-Torreón, atrapados entre tractores y tráileres.
La imagen es potente y dolorosa: el maestro, con su maleta y su planeación didáctica, detenido indefinidamente por una protesta que, irónicamente, exige lo mismo que el magisterio necesita a gritos: seguridad para no morir en el camino.
La precariedad que enfrentan los docentes foráneos se agrava por factores económicos y burocráticos. Incentivos como el «sobresueldo» del 100% o el bono de arraigo en la Zona III son insuficientes. La inflación serrana, impulsada por la especulación, devora cualquier aumento. Una renta en Guachochi o Guadalupe y Calvo puede consumir gran parte del salario, llevando al maestro a pagar por trabajar.
El sistema de la USICAMM, que prometió transparencia, se ha convertido en una «lotería del destino» que expulsa a los maestros noveles —los más idealistas, pero menos experimentados— a las zonas de mayor conflicto. Y lo hace sin proveer herramientas de contención emocional ni protocolos de seguridad efectivos. La instrucción de «llamar al 911» suena a burla macabra en lugares sin señal o donde la autoridad está cooptada.
La exigencia de medicamentos y atención digna por parte de las Secciones 8 y 42 es un grito doloroso. Para el foráneo, la crisis es doble: enfermarse en la Sierra implica peregrinar horas por carreteras inseguras para recibir una atención, a menudo, deficiente.
Los transportistas bloquearon porque ya no aguantan más. Exigen un alto a los asaltos, extorsiones y asesinatos de operadores en las carreteras nacionales. Y aquí radica la cruel paradoja: el bloqueo que impide al maestro llegar a su escuela es causado por la misma violencia que amenaza al maestro en su escuela.
No podemos ignorar que el miedo de los camioneros es el mismo miedo de los maestros en Guachochi o Guadalupe y Calvo. Apenas a finales de octubre, el magisterio chihuahuense se vistió de luto con el asesinato del profesor Luis Ever Cruz Palma en Guachochi, víctima de esa «confusión» del crimen organizado que se ha vuelto la excusa habitual para la barbarie.
Hoy, los docentes foráneos no solo deben sortear la precariedad de los caminos y la falta de señal; ahora deben navegar un mapa político y social explosivo. Si los transportistas evitan circular de noche por la Sierra Tarahumara ante los hechos de violencia, ¿qué protección tiene el maestro rural que viaja solo en su vehículo compacto?.
Los bloqueos son un síntoma de un estado febril. Mientras el gobierno federal y estatal buscan mesas de diálogo para liberar las vías, en las escuelas rurales de la región centro-sur y serrana, ayer hubo aulas vacías. No por falta de vocación, sino por la imposibilidad física de tránsito.
En las plataformas de redes sociales, surgió la pregunta por parte de algunos docentes: ¿Había dispuesto la autoridad educativa algún protocolo o estrategia para minimizar en las escuelas los efectos de los bloqueos carreteros, ante la inminente ausencia del personal foráneo?
La respuesta a esta inquietud se bifurcó en dos vías: Por un lado, se manifestaron usuarios de las redes con comentarios carentes de empatía y conocimiento de la logística magisterial, señalando que, al estar los bloqueos avisados, los docentes debieron haber gestionado su traslado con anterioridad. Por otro lado, la única respuesta proveniente de la autoridad educativa fue el silencio absoluto, sin emitir comunicados ni ofrecer directrices claras sobre cómo proceder en las zonas afectadas por la falta de personal.
Desde esta trinchera, mi solidaridad está con los compañeros que pasaron horas bajo el sol y la incertidumbre en la carretera. La vocación de enseñar en Chihuahua se ha convertido, lamentablemente, en un acto de supervivencia extrema. Ojalá que el desbloqueo de las carreteras venga acompañado del desbloqueo de la paz que tanta falta nos hace, desde Ojinaga hasta el último rincón de la Sierra.



