Por: Profr. Fernando Álvarez Montoya
Nuestro país, a inicios en la década de los 60, s tenía una población estimada en casi 37 millones de habitantes y una matricula escolar de nivel primaria de 5.3 millones de alumnos -yo era uno de ellos-.
En México, en los años 60, s casi el 45% de la población vivía con solo el 7.5% del ingreso nacional. Otros – no precisan los datos- tantos en pobreza extrema. Al mismo tiempo el 10% de la población retenía el 50% del ingreso nacional. Inexistente la equidad, la desigualdad era enorme, tal y como sucede ahora en la que entre el 2% o el 3% (aproximadamente) que es entre 300mil o 400mil personas concentran la riqueza. Es notorio que el estado, mexicano ha sido el encargado de distribuir la pobreza, acaparar la riqueza y repartirla entre unos cuantos. Estado promotor de corrupción y desigualdades, que creo una casta dorada que se adueñó del país y de sus voluntades. Históricamente «Primero los ricos». El Estado soy yo.
-Don Pedro, conserje – donde yo termine mi primaria tenía la orden de no dejar pasar a niños descalzos; imposible, la mayoría íbamos en esa condición, los profesores al vernos hacían mutis. La dieta, frijoles y tortillas. Leche, carne y huevos no estaban incluidos. Niños desnudos por doquier y los servicios existenciales, de vivienda y salud inexistentes. Esa era, la niñez, esa era la inmensa mayoría de niños que asistía a la escuela. Importante es compartir tres hechos muy notorios Exceso de alcoholismo en los padres. No conocí niño gordo, ni vi homosexualidad en mi contexto.
Estas eran unas de las principales características de los niños de edad escolar que vivían en zonas pauperizadas de los barrios periféricos de las pequeñas y grandes ciudades de nuestro país.
Tres cosas destacan en los principios de esta década, la creación de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito (CONALITEG) creada en 1959 por López Mateos. Posteriormente creo el Instituto Nacional de Protección a al Infancia (INPI)1961 y el establecimiento de los desayunos escolares. Seis años tenia cuando fui de los primeros niños mexicanos que recibió los libros de 1er año y los desayunos escolares que consistía en un sándwich y un vaso de leche.
Desde un punto totalmente diferente y, desde otro punto de vista, haré las siguientes precisiones:
En mis años de servicio lo siguiente: ¡Profe!-…en mayo, ya terminé el libro. Para el compañero egresado de cualquiera de las escuelas formadoras de maestros -así los forman- ya había concluido el ciclo escolar. Sin cuestionar su metodología y/o su propuesta académica, o un análisis crítico de sus contenidos, el profe hizo lo que la inmensa mayoría, usaba el libro de machote o de recetario de cocina. ¡hágase y ejecútese! Así lo viví, así fue y … sigue siendo.
En su en o en un momento recibí serias, fuertes críticas cuando en una reunión de maestros acuñé la siguiente frase… «el libro de texto lo detesto», sentí, como si hubiera gritado dentro de una iglesia «dios no existe” todos de inmediato voltean a verme con ganas de crucificarme.
Habría que indagar, conceder sin aceptar, preguntarnos. ¿Qué hay detrás de los libros de texto? ¿Cuál fue la intención del estado en la promoción de su uso? O, de que manera ha impactado su uso en la escuela, en los niños y los maestros. Solo alfabetizarlo. No más.
Se sabe, y con ciertas resistencias se acepta lo siguiente: que la escuela es, el instrumento domesticador por excelencia del estado; el maestro, es el reproductor que sostienen o fortalecen las tesis que le dan vida. Sin darse cuenta, al parecer es un simple portavoz.
El maestro es producto de si mismo, se formó, o lo formaron para obedecer. Esto, lo reproduce con sus alumnos Los métodos utilizados por el maestro en el aula, les enseña a obedecer. Listos para la maquila, con salarios de miseria. Paradójicamente su patrón (el estado) no le reconoce su labor y lo ata a lo mismo, salarios de miseria y a toda una vida de mediocridad.
La metodología de enseñanza utilizada en los 60.s por los profes y que el mismo libro de texto proponía era sin duda, tradicional, memorístico, repetitivo, conductista. El que más se usaba en ese tiempo se le conoce como Silabario de San Miguel ma, me, mi. mo. mu.
Ese oso se asea. O este otro. Onomatopéyico, tan, sonido de la campana. Mu sonido de la vaca. Agresivos, muy agresivos. El maestro con mano en ristre reproducía en la escuela las verdades que el estado quiere. Un ciudadano heterónomo, docil, «ad hoc» a los intereses de un capitalismo perverso… CONTINUARÁ