*Imagen ilustrativa tomada de internet*
Lo acontecido el día de ayer en la Secundaria Técnica 52 de Delicias hace prender las alarmas. Primero sobre la evidente descomposición social y problemática la salud mental y socioemocional; segundo, y no menos importante, sobre lo insuficiente de los protocolos en las escuelas -que si bien orientan no dan herramientas-, ya que lo de ayer es una prueba más de que la demanda de los docentes y directivos de un protocolo que los proteja, delimite claramente y sustente su actuar no es una ocurrencia, es urgente y ya llega tarde, independientemente de que ayer el ataque no fuera contra un maestro sino contra una madre de familia. En pláticas con docentes advirtieron que ante estas situaciones se encuentran atados de manos o indefensos, limitados y sin herramientas ante la ausencia de capacitación por parte de las autoridades que -disculpen lo bélico del símil- los mandan a la guerra con cortauñas. En el fondo, muchos coinciden en que las autoridades han flexibilizado demasiado las medidas de disciplina en las escuelas, que los reglamentos no siempre se respetan, los actos de indisciplina se suceden sin que puedan hacer nada y que eventos de violencia empiezan a ser tendencia. Muchos docentes advierten que la regulación actual, incluyendo el Marco Local de Convivencia Escolar de Chihuahua, el famoso Acuerdo 063, que es motivo de debate, análisis y propuestas de mejora en asambleas convocadas por la Secretaría de Educación y Deporte y la Sección 42 del SNTE, ata de manos a los docentes y directivos que, a la mínima, corren el riesgo de ser llevados ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Fiscalía o ante el Jurídico de la SEyD o SEECH, y si llega a estas últimas instancias ya prácticamente se conoce cómo será el proceso y el resultado. Así se extrae de diversas pláticas con maestros de diferentes niveles.
De plano —coinciden varias maestras y maestros— este Marco de Convivencia y demás protocolos con nombres rimbombantes están desfasados de la realidad actual en las escuelas y en las aulas y terminan por no proteger a nadie. Para muestra lo ocurrido ayer en la Técnica 52, donde una madre de familia fue atacada a hachazos y cuchilladas, sin que el plantel contara con un protocolo claro de actuación. “La realidad es que no hay capacitación, y si existen protocolos no se conocen porque la autoridad no tiene a los capacitadores adecuados. Muchas veces ponen a personal administrativo sin experiencia en seguridad ni en protección civil a dar las charlas de los Consejos Técnicos Escolares, y eso no sirve de nada”, subraya un directivo.
Otros docentes coinciden en que las escuelas se encuentran prácticamente abandonadas en materia de seguridad y ello pone al colectivo docente en el ojo del huracán. “Cuando sucede un hecho así, lo primero es culpar al maestro, porque es el eslabón más vulnerable. Pero la verdad es que nunca hemos recibido capacitación seria de primeros auxilios ni de protocolos de emergencia. Si un alumno o un padre de familia se desangra frente a ti, la orden no escrita es: ‘No lo toques porque te haces responsable’. ¿Qué hace un maestro en esas condiciones? Se hace a un lado. Estamos completamente desprotegidos, y eso tiene responsables claros en los niveles de decisión de la Secretaría de Educación”, señalan.
Hay coincidencia en que esta descomposición tiene raíces profundas. Por un lado, se ha sido demasiado flexible con la disciplina en educación básica, lo que genera contrastes cuando los mismos alumnos ingresan a bachillerato, donde sí se exige cumplimiento estricto de normas de uniforme, conducta y reglas básicas de convivencia. “Estamos pagando el costo de haber relajado la disciplina en primaria y secundaria, porque la escuela básica sigue siendo formativa, y si ahí no se forman hábitos, después es demasiado tarde”, señalan maestras que aseguran haber advertido desde el tiroteo en Monterrey en 2017 que era urgente blindar los planteles, pero nunca se atendió.
Finalmente, el tema de la salud mental y socioemocional aparece en todas las voces. Docentes recuerdan que las generaciones que llegaron a secundaria tras la pandemia de COVID arrastran graves rezagos académicos y emocionales, y aun así no existen programas reales de apoyo psicológico ni recursos suficientes para contratar profesionales en las escuelas. “La Secretaría habla de orientadores y psicólogos, pero nunca libera presupuesto; la carga siempre recae en los maestros, que no somos psicólogos y ya estamos rebasados”, lamenta una profesora.
Otra docente compartía en redes sociales el siguiente análisis sobre todo lo sucedido ayer:
«No, no busquen culpables donde no hay con argumentaciones como “no se revisaron mochilas” o “las escuelas ya no hacen nada”.
Desgraciadamente, hoy en día las escuelas estamos amarradas de manos, hoy todo es discrimin4ci0n, 4bus0 de poder o v1olaci0n a los derechos humanos.
Y los primeros en amen4zar al docente con demandas son los padres de familia (no todos) o hasta mismos alumnos que repiten frases de sus casas.
Pero pasan esas situaciones y ahí sí es culpa del docente por “no hacer nada”. Entonces hay que decidirse de una vez 🙃
Siempre es culpa del docente, y la reacción de la sociedad ante la noticia de hoy me lo confirma. He leído más comentarios sobre lo que debió hacer la escuela que sobre lo grave que es que una menor de edad haga lo que hizo hoy.
Ahorita leí una frase que decía que cada vez hay más maestros sin vocación, pero la realidad es que también hay muchos padres sin vocación, mucha evasión de responsabilidades y mucha justificación de conductas que antes no existían.
Hoy para poder revisar mochilas debes contar con la autorización de los padres, avisar el día y la hora y por lo tanto, el alumno se termina enterando y pierde su funcionalidad. No puedes llegar de “sorpresa” porque es no respetar su privacidad, pero si vas a un aeropuerto por poner como ejemplo, no hay problema, lo aceptas porque es parte del protocolo.
Cosas tan simples como portar el uniforme completo, el corte de cabello o el largo de una falda terminan en discusiones o amen4zas de demandas por no permitirle al alumno su libertad de expresión y lo peor es que si procede.
Ya no puedes pedir que no usen su celular porque también le estás interfiriendo su posibilidad de comunicarse y por lo tanto sus derechos, (no lo digo yo, es un hecho)
Me pregunto yo, entonces qué cosas si podemos hacer? Si cuando intentamos actuar tenemos padres que defienden a sus hijos y cuestionan al docente, que en lugar de corregir justifican, que van y abogan un cambio de calificación en lugar de revisar a tiempo si el alumno trabajó en clase o no y muchas cosas más…
Podía no escribir nada, pero ver que hasta en este caso, es también culpa del docente ya me preocupa.
Llevamos tiempo exigiendo que los protocolos también protejan al docente, porque estamos muy expuestos y se nos responsabiliza por todo (sin exagerar). Urge regresarle poquito poder a las escuelas, o de perdida, respeto.»
Unos y otros coinciden que lo sucedido en la Técnica 52 es un reflejo de una crisis más amplia. No basta con lamentar ni con culpar a los maestros: es hora de revisar protocolos, asumir responsabilidades y colocar en el centro la disciplina, la capacitación y la salud socioemocional de los estudiantes. De lo contrario, lo que ayer fue una madre de familia herida mañana podría ser un maestro, un alumno o cualquier persona dentro de una escuela. Y entonces, es la pregunta que muchos de los consultados dejan en el aire, es ¿qué más tendrá que pasar para que las autoridades actúen?