Por: Dra. Nicté Ortiz
El 5 de septiembre se celebra el Día del Hermano, en coincidencia con el aniversario luctuoso de la madre Teresa de Calcuta, símbolo de amor y solidaridad. Este día te recuerda que la hermandad va más allá de los lazos de sangre: también se construye en el afecto y en tu necesidad de convivir con otros. La neurociencia confirma que tu cerebro está diseñado para la conexión: cuando convives con alguien, se activan regiones como la corteza prefrontal medial y la amígdala, responsables de la empatía y el reconocimiento de emociones. Esa activación refuerza tu bienestar y tu capacidad de sobrevivir (Lieberman, Social: Why Our Brains Are Wired to Connect, 2013). Piensa un momento: ¿recuerdas aquella vez que te preguntaron “¿estás bien?” y esa simple pregunta cambió tu día ¿O esa amistad que nació de un instante de empatía y se convirtió en parte de tu vida para siempre? Ahí es donde descubres que la hermandad trasciende la sangre.
Los hermanos de sangre, sin embargo, tienen un lugar especial. Compartir genes significa que compartes rasgos biológicos y conductuales, y eso facilita que te reconozcas en ellos. La ciencia muestra que los hermanos comparten, en promedio, un 50% de su ADN, lo que influye en la personalidad, la memoria o la capacidad de respuesta emocional (Plomin et al., Behavioral Genetics, 2016). Esa similitud abre camino a la complicidad. Date un momento para recordar alguna travesura de tu infancia con tus hermanos, o aquel deporte que jugaban juntos y que hoy todavía te hace sonreír. En mi caso, mi hermano mayor amaba el tenis e intentó enseñarnos a todos, no solo a nosotros, sus hermanos, sino también a los niños del barrio. Un día compró una máquina que lanzaba pelotas y la llevó al parque para que todos jugaran. Él me enseñó que los buenos hermanos no solo son buenos contigo, sino con todos.
La hermandad también se expande en tus redes de apoyo. Desde la infancia, la interacción es vital: cuando de bebé recibías contacto físico y afecto, tu cerebro liberaba oxitocina y reducía los niveles de cortisol, ayudando a tu desarrollo emocional y cognitivo (Feldman, The Neurobiology of Human Attachments, 2017). Y a lo largo de tu vida, esas mismas conexiones siguen sosteniendo la cooperación y el crecimiento colectivo. Piensa en ese lugar al que sueles ir, donde el tiempo pasa tranquilo cuando conversas con alguien; esa charla que calma y reconforta como el abrazo de un ser querido. Ese es el poder del vínculo humano: la red invisible que sostiene tu vida.
La gratitud, por su parte, es uno de los gestos más poderosos que puedes practicar. Cuando agradeces, tu cerebro se ilumina: se activan regiones vinculadas a la dopamina y la serotonina, neurotransmisores que elevan tu ánimo y fortalecen tu resiliencia (Zahn et al., Neural Basis of Human Altruism, 2009). Yo tengo mucho que agradecer: la vida me regaló seis hermanos de sangre que me han acompañado, querido y enseñado que cada persona es única. Pero también agradezco a quienes, sin ser mis hermanos de apellido, han formado una cadena conmigo para cumplir sueños, tenderme la mano o simplemente estar. Cada vez que agradeces a alguien cercano, su energía se expande, te ayuda a crecer y multiplica la fuerza de lo compartido.
El cerebro mismo nos regala una metáfora hermosa: desde tus primeros días, las neuronas van tejiendo redes que se encienden y se multiplican con cada encuentro. Así como esas conexiones crean tus pensamientos, tus recuerdos y tu mundo interior, las conexiones humanas van formando y transformando tu vida. Somos, en esencia, redes vivas: biológicas y sociales, cerebrales y comunitarias. La energía que nace dentro de ti se dispara hacia afuera y, en contacto con los demás, crea un mundo nuevo.
Como decía la madre Teresa de Calcuta: “No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.” Y si hoy tienes la oportunidad de expresar amor, recuerda a tus hermanos —de sangre o del corazón—, abraza sus vidas con gratitud y deja que ese gesto sencillo encienda tu mundo y el de quienes te rodean.
Feliz día queridos hermanos, abrazos desde mi corazón.