Por: Rosalío Morales Vargas
De Barcelona un día de verano,
repleto de esperanzas zarpó el náutico convoy,
el domingo de agosto se vistió de fiesta
y enfilaron las proas rumbo a Gaza,
imantadas las brújulas con amor fraterno,
inmutable el timón en manos navegantes.
En las bodegas solidarias se almacena
un cargamento de abrazos afectuosos,
singlarán a babor por aguas turbulentas
infestadas de escollos agresivos;
pero el fervor embiste las olas agitadas
y la apremiante brisa
del callado Mediterráneo taciturno,
empuja a los navíos libertarios.
Las barcas de amistad enternecida
provistas de astrolabios y sextantes,
se orientan por lumínicas estrellas
marcando itinerarios de paz y de concordia.
Desafían al miedo que enerva el pensamiento
y extravía y embota los sentidos.
Se romperá el cerco construido
con ladrillos de infamia y desvergüenza;
renunciará la indiferencia a su ceguera;
nadie estará aterido al insomnio del cinismo
y ha de ofrecerse resistencia denodada
al atroz genocidio de los cuervos,
de los halcones carniceros embozados
con máscaras de impúdicas mentiras.
Un indomable pueblo está en peligro
de ser borrado de la superficie de la tierra.
Si los sirocos y simunes del sionismo
con su talante impune y despiadado,
arrasaran con su crueldad a Palestina….
la humanidad completa habrá perdido.