Por: Dra. Nicté Ortiz
Puntodevista Palabrademujer
¿Y si las verdaderas alineaciones no sucedieran solo en el cielo, sino también dentro y alrededor de nosotros?
Sería fabuloso que, como los planetas que de vez en cuando coinciden en una misma línea celeste, también se alinearan nuestros pensamientos, deseos, sucesos y relaciones para vivir en armonía total. Pero… ¿tiene que moverse todo el firmamento para que eso suceda? ¿O será suficiente con darnos cuenta de qué está fuera de sincronía en nuestra vida cotidiana? Tal vez no se trate solo de mirar hacia el cielo en busca de señales, sino de aprender a mirar hacia adentro, a observar lo que nos rodea y a reconocer la calidad de nuestras conexiones con los demás.
Y hablando de señales celestes: el próximo 10 de agosto, los madrugadores podrán observar una alineación de seis planetas —Mercurio, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno— visibles en el cielo justo antes del amanecer. Un espectáculo astronómico que, además de asombrarnos, nos invita a detenernos un momento y pensar en nuestras propias alineaciones personales.
Te propongo mirar este fenómeno como algo más que un evento astronómico: como una metáfora luminosa de lo que puede suceder dentro de nosotros, a nuestro alrededor y entre las personas con las que compartimos la vida.
Históricamente, las alineaciones planetarias se han interpretado como señales de grandes cambios: el inicio de una era, la caída de imperios o la llegada de un mesías. Para los antiguos, mirar al cielo era también mirar hacia adentro. No es casualidad que tantas civilizaciones hayan entendido estos eventos como oportunidades para renacer o recomenzar. El nacimiento de Alejandro Magno se conectó con una alineación especial de Júpiter, Saturno y la Luna. En 1453, una conjunción planetaria coincidió con la caída de Constantinopla
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que sentiste que algo en ti se alineaba? Esos días en los que tus ideas, emociones y acciones por fin se ponen de acuerdo, aunque sea por unas horas.
Como si tus planetas personales —la mente que corre, el corazón que duda y el cuerpo que espera— decidieran por fin mirar hacia la misma dirección. A veces, eso basta para sentir que el mundo tiene sentido.
Las alineaciones también
nos recuerdan que formamos parte de algo más grande. El ritmo del cosmos y el nuestro no están tan desconectados como creemos. ¿Has notado que cuando estás en paz, el tráfico fluye, la fila avanza y hasta el cielo parece más azul? Claro, no siempre es así (el tráfico es el tráfico), pero hay días en que el microcosmos interior parece bailar al mismo compás que el macrocosmos exterior.
En historias tan diversas como la película Interestelar y la obra literaria de La Odisea, encontramos un hilo común: el tiempo, el espacio y las emociones se entrelazan como si fueran parte de una misma órbita.
En Interestelar, la misión de Cooper depende de una sincronía casi mística entre los planetas, el amor y la memoria, donde ciencia y sentimiento se vuelven inseparables. Por su parte, Ulises en La Odisea regresa a casa guiado por mareas, estrellas y encuentros que solo suceden cuando el momento es justo, recordándonos que el viaje exterior es inseparable del interior. ¿Casualidad? ¿Destino? ¿Una alineación profunda entre el alma y el cosmos? Tal vez todo junto.
Desde siempre, las estrellas han sido faros en la noche, brújulas silenciosas que acompañan cada paso del viaje humano, iluminando el camino hacia lo desconocido y lo posible.
Y luego están esas alineaciones humanas, las verdaderamente mágicas. Como cuando conoces a alguien en el momento exacto en que ambos estaban listos para coincidir. ¡Zas! Una amistad, una colaboración, una historia que empieza. Pero ojo: no todos los astros se llevan bien.
Ahí están Marte y Venus, en eterno tira y afloja. O Júpiter, expansivo y fiestero, cruzándose con Saturno, el señor del tiempo y los límites. En la mitología, estas relaciones estelares eran super tragicomedias cósmicas, llenas de pasión, celos y aprendizajes.
¿No pasa lo mismo con nosotros? Algunas personas llegan y parece que nuestras órbitas colisionan. Otras, nos complementan como constelaciones que sólo se entienden juntas. Lo importante es reconocer cuándo la alineación es real… y cuándo es mejor cambiar de galaxia.
Y cuando todo se alinea…
Tal vez por eso me emocionan tanto estas alineaciones: porque me recuerdan que sí, es posible coincidir. Que hay momentos en que el caos se ordena, el ruido se apaga y todo —aunque sea por un instante— parece tener sentido.
Así que esta noche, o la próxima en que mires al cielo, date permiso de encontrar esa sincronía maravillosa que empieza en ti. Reconócela. Y luego, déjala expandirse, como una órbita en movimiento, para sentirte parte de algo más grande, más sabio y poderoso.
Y en ese lugar donde cada uno tiene su espacio para brillar, entendemos que el universo no nos pide competir, sino coexistir con armonía o ¿cuál es tu #puntodevista?