Alcatraz de los caimanes

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Por: Rosalío Morales Vargas

De la Bahía de San Francisco
A los fangales de Florida
Los Alcatraces son prisiones
De atrocidades punitivas.

Un lento río de hierba
discurre con modorra
entre los juncos y manglares.
Las aguas cenagosas
repletas de caimanes y serpientes,
custodiarán la cárcel de migrantes,
en los húmedos meandros soñolientos.

El tono verde claro del pantano
se tiñe con colores de racismo,
la amenaza y el miedo
despliegan sin pudor sus alas,
como pérfidas formas de control,
para los seres desechables esquilmados
por el supremacismo rapaz filibustero.

La artimaña perversa en días amargos
se yergue como sombra intimidante,
para miles de hermanos
expoliados en urbes y campos de labranza.
Su anunciado destino:
El penal rebosado por el cieno.

La decadencia ética desciende
al círculo dantesco del infierno,
la codicia destruye cualquier lazo,
la dignidad humana es lanzada
a los abismos crueles del escarnio.

El desprecio rezuma por los poros
de la ajada epidermis ponzoñosa
de la engreída blanquitud avasallante,
que con su jerga inferioriza a las personas,
a los rostros curtidos por el sol y el viento,
a los convictos por la teocracia del dinero,
a las obreras víctimas
de la acumulación racializada.

La gente laboriosa
remitida será,
a mazmorras acuosas pestilentes;
su falta: enriquecer a potentados,
acrecentar el capital de los más ricos.

Pero la última palabra no se ha dicho,
sonará con potencia el canto de esperanza,
las voces impacientes del hartazgo
repicarán las campanas del decoro,
y un torrente de empuje proletario,
clausurará por fin las celdas de la infamia.