Testamento: O de como encender las velas de un barco

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Opinión por: Luis Andrés Rivera Levarios, vocero de Salvemos Los Cerros de Chihuahua

Le debo un escrito a quienes luchan toda la vida, porque son imprescindibles (Bertolt Brecht). Y como plantea el filósofo alemán Walter Benjamin, gracias a quienes no tienen esperanza es que nosotros podemos tenerla. Llevar esas palabras hasta sus últimas consecuencias lo condujo a un trágico final, marcado por uno de los hitos históricos más terribles de la época moderna: el genocidio nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que implicó la persecución y criminalización no solo de un grupo étnico, sino de toda oposición política.

Le debo una canción, así parafraseo al cantautor y político cubano Silvio Rodríguez, autor de la pieza que lleva por título esta columna. No estoy escribiendo a quien heredaré mis pocos bienes materiales, pues no planeo desuscribirme de la vida pronto. Por el contrario, y lejos de todo punitivismo, soy un hombre feliz, y pido que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad. Busco una vida larga y buena para todos los seres vivos, una vida digna. Y para eso hace falta luchar, no un día ni muchos días, sino toda la vida.

En estas letras, donde se entretejen pasado, presente y futuro, recuerdo la pregunta poética: ¿A dónde va la música cuando se acaba? Diría que al recuerdo. La memoria es fundamental para la dignidad. Así rememoro el canto del que hablaba al principio, y rescato este verso: “Como una vela inflamada en vientos de esperanza.” Me imagino un barco. Me imagino el barco The Conscience, atacado con misiles. Me imagino el Madleen, y veo a su tripulación en mi mente, y a quien podría ser su marinera más famosa: Greta Thunberg.

Ella se hizo conocida desde niña por convocar una huelga estudiantil global contra el cambio climático. Alzó la voz contra los más poderosos y a favor de la justicia ambiental. Hoy es mundialmente reconocida, aunque muchos la odian, repitiendo el guion de sus amos: las grandes industrias capitalistas. Hoy va en un barco de vela inflamada por la esperanza, con rumbo a Palestina, específicamente a la costa de la Franja de Gaza. Buscan romper el cerco militar y mediático para abrir un corredor humanitario que entregue medicamentos y alimentos.

Pienso en las palabras de Greta: ella sabe que está en una misión suicida. Los modernos genocidas son nazis y además sionistas. Han sido señalados por la Iglesia Católica, la ONU y todas las organizaciones internacionales de derechos humanos como perpetradores de un genocidio. No temen transmitir en vivo cómo disparan, queman o bombardean civiles, bebés, mujeres y niños. Sin embargo, en el rostro de la tripulación humanitaria no hay miedo. Saben, como dijo la joven ambientalista, que el silencio es todavía más peligroso.

Eso me repito cuando me preparo para una manifestación, una demanda, una denuncia, una audiencia. Sé que no puedo comparar directamente la situación del ambientalismo en Chihuahua con la de Palestina, pero en el fondo enfrentamos el mismo problema: el poder político y económico se ha adjudicado en todo el mundo el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de los seres de la Tierra. Es necesario detener y revertir este desastre. De lo contrario, toda la humanidad pagará las consecuencias.

Quisiera que no tuviéramos que luchar por nuestros derechos. Es cansado, incómodo, peligroso, pero por sobre todas las cosas, es necesario. Si quiero pasar tiempo con mi familia, debo tener la dignidad de dar la cara y alzar la voz por sus derechos. De otra manera, no sería un esposo digno ni un padre digno, sino un impostor. Bien se dice que uno haría lo que fuera por sus seres queridos. Entonces, ¿también se opondrían a la barbarie, al nazismo, al sionismo, al cambio climático, al genocidio? Yo te puedo decir que sí. Porque amo mi tierra, y amo a mi gente.

Con estas palabras saldo mi cuenta pendiente: escribo para quienes nos dan esperanza, para quienes no se rinden, no se venden, no claudican, para quienes prefiguran con sus acciones cotidianas un mundo distinto, mejor y más justo. Gracias. No están solas. No están solos. No tengan miedo. La vida larga, buena y digna la vamos a conquistar, aunque tardemos mucho. Vamos a enfrentar el peligro del silencio y de la indiferencia. Y aunque sea difícil, vamos a vencer.

Nota del autor:
Este texto fue escrito desde Chihuahua, México, donde la defensa del territorio, el agua y la vida enfrenta también amenazas graves, aunque distintas. Desde esta trinchera compartimos causas con quienes, en otras latitudes, luchan por justicia, dignidad y memoria. Lo que sucede en Palestina nos duele y nos llama, porque no hay fronteras para la conciencia ni para la esperanza.