Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Si se conociera a fondo la extenuante pero fantástica actividad que las maestras de Jardín de Niños realizan en el día a día e incluso en sus supuestas vacaciones, no solo 1 día se les debería festejar por su cariñosa profesión, serían merecedoras de, al menos, todo el ciclo escolar.
Aún con toda la carga académica y administrativa que sobre sus espaldas cargan, las maestras jamás se pueden sustraer de lo social y sentimental de sus alumnitos y alumnitas; todavía se convierten al mismo tiempo en directivas y personal de asistencia a la educación porque el Jardín «no justifica» los recursos humanos requeridos, sin embargo, ellas permanecen fieles a su vocación y su convicción de ser la base de la construcción humana a través de la educación de niños y niñas.
Es incomprensible el que a estas alturas existan ciudadanos que pongan en duda la alta valía de la educación preescolar por lo que en sí representa y más cuando quien cada mañana se presenta a las aulas con un alto sentido de responsabilidad y dedicación para conducir, con su talento, las actividades escolares.
Celebraciones para reconocer la sublime labor de las maestras de preescolar faltan, porque en ellas sobra el amor por los infantes.
Para comprobar la enorme importancia de las maestras del Kinder, un reto: ¿Quién no guarda en su memoria y en el corazón las manos que nos sanaron un golpe, la cara de quien nos acurrucó a su cuerpo cuando desconsolados se lloró frente a ellas o la mirada cuando nos expresaron palabras de aliento en las pequeñas batallas libradas?
Lo ven…
