El TDAH no se diagnostica con una mirada: La irresponsabilidad de estigmatizar en las escuelas, más allá del diagnóstico rápido hacia una evaluación seria del TDAH

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Opinión por: Mtro. Norberto Guerra Mendias

En una conversación que tuve con mi hijo por las malas calificaciones que tenía en su boleta, me comentó que en su escuela le habían diagnosticado Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y que debía tomar clases extras para poder regularizar sus calificaciones y por ende su nivel académico. Había sido diagnosticado con ese trastorno a simple vista en su escuela, le pregunté que quién le había hecho tal diagnóstico, ¿quién te aplicó las pruebas?, su respuesta me dejó sorprendido “aún no me han los han aplicado, lo van a hacer más adelante”. Gravísimo actuar que no dejé pasar porque esta práctica representa un triple riesgo:

✔ Para el niño: Estigmatización y autoimagen negativa

✔ Para la familia: Angustia innecesaria y gastos en terapias

✔ Para el sistema: Medicalización de problemas pedagógicos

Estadísticas recientes muestran que:

• 65% de diagnósticos escolares iniciales de TDAH resultan incorrectos al ser evaluados por especialistas (INP, 2023)

• El 40% de niños diagnosticados erróneamente desarrollan problemas de autoestima (UNAM, 2022)

• Solo el 15% de escuelas públicas cuenta con protocolos adecuados para derivar estos casos (SEP, 2023)

El problema es que es muy común que este trastorno se confunda con problemas de conducta, los cuales pueden corregirse con límites y atención adecuada. Cuando a un niño o adolescente se le estigmatiza con un diagnóstico tan ligero, se le puede condicionar de por vida. En mi experiencia aplicando test psicométricos a adolescentes diagnosticados con TDAH para orientación vocacional, he descubierto algo alarmante: existen dos versiones de una misma persona. ¿Cómo es posible? Durante las entrevistas, he contrastado los resultados del joven bajo los efectos del medicamento versus su comportamiento sin fármacos.

Resulta que esta persona es muy creativa, inventa, descubre, intenta y explora, pero cuando toma el medicamento, es un bulto recargado en un sillón, sin ánimos de nada. Cuando el efecto del medicamento disminuyó, es cuando se presentó para aplicar el test, una persona muy distinta pero inteligente, sin tanto impulso (obvio pues el medicamento lo inhibe), sin saber qué hacer con su vida. Pero, esta persona pide que no le quiten el medicamento, pues quita el hambre y no quiere subir de peso, cuida su imagen antes que su salud, ¿acaso esto no es una adicción?

Es necesario señalar que los individuos con este trastorno tienen un mayor peligro de desarrollar adicciones, comienzan con más rapidez el consumo y tardan poco tiempo en volverse dependientes del consumo de drogas. Situación que noté cuando estuve impartiendo cursos en algunos centros de rehabilitación, platicando con los adolescentes, varios de ellos mencionaron haber sido diagnosticados con el trastorno en su infancia y que cuando crecieron decidieron cambiar una droga por otra, mencionaban que preferían una que les fuera más de su agrado.

Según estudios de la National Institute on Drugs Abuse

“El abuso prolongado de los medicamentos estimulantes puede provocar varios efectos dañinos para la salud, como afecciones cardiovasculares, estado de ánimo depresivo, sobredosis, psicosis, ansiedad, convulsiones y trastorno por consumo de estimulantes”

Centro Bonanova médico psicológico

“¿El Tratamiento del TDAH influye en el consumo de sustancias? Aunque el TDAH no determina de manera absoluta el consumo de sustancias, sí se considera un factor de riesgo relevante a tener presente.”

¿Cuál es la relación entre el alcoholismo y el TDAH?

Los expertos han descubierto que las personas con TDAH tienen un mayor riesgo de consumo excesivo de alcohol en la adultez temprana. Un estudio reveló que el 42,1 % de las personas con TDAH reportaron consumo excesivo de alcohol cada vez que consumían alcohol.

Mi hijo por un momento fue convencido de que era alguien que no iba a poner atención, distraído, platicador y tratado como tal, prefiriendo dejarlo actuar así a llamarle la atención, recomendarle clases externas a enseñarle allí mismo (¿por qué motivo?), le dije que no tenía ese trastorno que era mentira, si fuera así yo lo sabría, que se olvide del diagnóstico.

En muchas escuelas mexicanas, el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se diagnostica con la misma ligereza con que se corrige un ejercicio de matemáticas. Basta que un niño sea inquieto, distraído o hable en clase para que lo etiqueten. Pero el TDAH no es un adjetivo: es un trastorno neurobiológico que requiere evaluación multidisciplinaria (neurólogos, psicólogos, psiquiatras).

Mi hijo no tenía TDAH: tenía aburrimiento. Hoy, tras retirarlo de ese entorno, sus calificaciones mejoraron sin fármacos. Su caso no es único, cada día pienso: ¿Cuántos niños más están siendo silenciados por diagnósticos hechos con prisa y prejuicios? ¿Cuántas mentes brillantes estamos apagando en nombre de la ‘normalidad’?

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