Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Miles de historias se han contado acerca de los motivos por los cuales los maestros en activo, jubilados, pensionados y en formación han tenido para, en su momento, matricularse en la Escuela Normal del Estado.
El alma Mater de la gran y valiosa fuerza magisterial está de fiesta por cumplir un año más de existencia; un aniversario celebrado en tiempos convulsos y retadores para la escuela pública que, para nadie es un secreto, ha sido y sigue siendo atacada, denostada y menospreciada y con ello, sus actores.
La noble institución que ha egresado a infinidad de talentosos docentes ya retirados y aún en las aulas, está de fiesta y las celebraciones no deben ser menores como una muestra más de su gran valía, de su prestigio, de su necesidad en el espectro educativo superior. 119 años no cualquier institución los cumple y menos con la calidad y excelencia que la Luis Urías Belderrain lo ha hecho desde 1906.
Innegable es, que a la par, la escuela se ha caracterizado por contar en su esencia con un ingrediente político que ha procurado su supervivencia ante los embates que han intentado debilitarla, pero que gracias a la formación revolucionaria, crítica y consciente de sus docentes y estudiantes siguen ganando batallas.
Interminable el productivo anecdotario que las paredes de la Normal pudiesen contar.
Valientes quienes siguen defendiendo la escuela pública desde sus aulas, así como lo fueron quienes tuvieron la suerte de formar parte de esta historia que se sigue contando y aquellos que aún con salarios bajos, con cierres de grupos y a sabiendas de que se destinan pocos recursos para su manutención y sostenimiento siguen firmes, ocupados en perseguir sueños pero también en defender su filosofía e ideología.
La mejor manera de vivir el espíritu normalista es mantener vivo su sentido de pertenecia, su identidad y orgullo de ser maestro, de ser maestra.
Porque si anteriormente algunos veían a la docencia como la última alternativa de profesión, hoy con todas sus vicisitudes, el magisterio es envidiable.