lunes, enero 13, 2025
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Hipocresía ¿Parental? Decembrina

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Toda comunidad educativa sabe y vive de manera especial las fiestas decembrinas que el colectivo organiza pues observan, de manera directa, la algarabía que despiertan las variadas actividades programadas para celebrar esta época del año.

Con infortunio, también se es testigo de que muchos alumnos y alumnas no festejan las fechas con la misma ilusión ante la falta de presencia, moral y/o física, de alguno de sus padres, cuando éstos se alejan de manera voluntaria pero condenable.

Por parte de maestros y maestras, intentar sanar las heridas por dicha ausencia se vuelve una obligación para con sus estudiantes y por ese mismo rigor, es lamentable enterarse, por referencia directa, que los padres de esos mismos niños, niñas o adolescentes los han abandonado por decisión propia, privilegiando brindar sus atenciones a cosas particulares u otras personas, olvidándose por completo que tienen descendencia por la cual ver.

Las navidades, por ello, se convierten en un suplicio, en festejos negados, en agobiantes expectativas, en lascerante angustia por saber si al menos «perderán su tiempo» para visitarles en sus presentaciones escolares. Pero eso sí, si alas cansadas llegan a acudir, buscan mil formas de publicar vía redes sociales que son padres presentes pretendiendo engañar a quien los vea por el hecho de subir videos y fotos de sus hijos e hijas. Hipocresía absoluta.

Padres que se llenan la boca de lo orgullosos que se sienten de sus hijos o hijas cuando a duras penas saben en cual escuela estudian, desconociendo el nombre de sus maestras e incluso sin saber a ciencia cierta el grado que cursan. Para la foto y la falsa presunción se pintan solos.

¿Cuántos llantos han debido de consolarse en estas fechas? ¿Cuántas cartas se han quedado sin entregar? ¿Cuántas caritas felices han sido suprimidas por la tristeza?

Maestros y maestras son testigos, pero además se convierten en los artífices de generar esas risas y sonrisas, las mismas que son apagadas, que son calladas por la indolencia de esos padres ausentes.

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Toda comunidad educativa sabe y vive de manera especial las fiestas decembrinas que el colectivo organiza pues observan, de manera directa, la algarabía que despiertan las variadas actividades programadas para celebrar esta época del año.

Con infortunio, también se es testigo de que muchos alumnos y alumnas no festejan las fechas con la misma ilusión ante la falta de presencia, moral y/o física, de alguno de sus padres, cuando éstos se alejan de manera voluntaria pero condenable.

Por parte de maestros y maestras, intentar sanar las heridas por dicha ausencia se vuelve una obligación para con sus estudiantes y por ese mismo rigor, es lamentable enterarse, por referencia directa, que los padres de esos mismos niños, niñas o adolescentes los han abandonado por decisión propia, privilegiando brindar sus atenciones a cosas particulares u otras personas, olvidándose por completo que tienen descendencia por la cual ver.

Las navidades, por ello, se convierten en un suplicio, en festejos negados, en agobiantes expectativas, en lascerante angustia por saber si al menos «perderán su tiempo» para visitarles en sus presentaciones escolares. Pero eso sí, si alas cansadas llegan a acudir, buscan mil formas de publicar vía redes sociales que son padres presentes pretendiendo engañar a quien los vea por el hecho de subir videos y fotos de sus hijos e hijas. Hipocresía absoluta.

Padres que se llenan la boca de lo orgullosos que se sienten de sus hijos o hijas cuando a duras penas saben en cual escuela estudian, desconociendo el nombre de sus maestras e incluso sin saber a ciencia cierta el grado que cursan. Para la foto y la falsa presunción se pintan solos.

¿Cuántos llantos han debido de consolarse en estas fechas? ¿Cuántas cartas se han quedado sin entregar? ¿Cuántas caritas felices han sido suprimidas por la tristeza?

Maestros y maestras son testigos, pero además se convierten en los artífices de generar esas risas y sonrisas, las mismas que son apagadas, que son calladas por la indolencia de esos padres ausentes.

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