Los gobiernos no defienden el agua

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Opinion: Luis Rivera

La discusión pública trata al agua como si fuera una mercancía: un recurso de valor económico administrado por grupos de poder —políticos, militares o empresarios disfrazados de campesinos.

Pero el agua no es una mercancía. El agua es un ciclo, un bien común de la naturaleza que no puede privatizarse ni acapararse sin provocar consecuencias desastrosas. Es la base de la vida de todos los seres del planeta.

Hemos llegado a esta crisis porque, durante siglos, la guerra colonial en México contra los pueblos originarios y la clase trabajadora ha roto el vínculo entre las personas y el territorio. Así lo evidencia el Plan de Ayala de 1914, donde los revolucionarios exigían la expropiación de “tierras, aguas y montes” para ponerlos al servicio del bien común.

Hoy, la clase trabajadora de las ciudades recibe apenas una cantidad mínima de agua, suficiente solo para sobrevivir y cobrada a precios de oro, mientras que las élites políticas y económicas despilfarran este bien para obtener enormes ganancias en industrias y agroindustrias.

En este contexto, los distintos partidos de las clases del capital dicen defender el agua, pero mienten. Sin distinción partidista, el Estado mexicano ha destruido y contaminado las zonas de recarga —los cerros, los bosques, los arroyos— con tal de favorecer el lucro de unos cuantos. Y también, sin distinción, han firmado convenios con Estados Unidos e Israel para entregar el agua de las comunidades, subordinando los territorios y los bienes comunes a intereses geopolíticos y extractivos ajenos al pueblo.

Conclusión

Sin embargo, frente a esta situación, las organizaciones de la sociedad civil —como Salvemos los Cerros de Chihuahua y el Movimiento Obrero Estudiantil Socioambiental— están tomando la iniciativa. Por eso convocan a una marcha este domingo 23 a las 4:00 pm frente a la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, para exigir que los tres niveles de gobierno, así como los países imperialistas como Estados Unidos e Israel, detengan la destrucción y el saqueo de este bien común.

La exigencia es clara: que el agua sea democratizada mediante la autogestión ciudadana, devolviendo al pueblo la capacidad de decidir sobre su territorio, su futuro y su derecho al agua.

Es momento de apoyar.