Necesitamos una ley para la transición energética justa

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Opinión por: Luis Andrés Rivera Levario

El fin del modelo fósil sigue siendo un sueño. El círculo vicioso de extracción, procesamiento, consumo y destrucción impulsado por los combustibles fósiles continúa siendo el pilar de los Estados nación modernos, prácticamente sin excepción. Como advirtió el presidente de Colombia ante las Naciones Unidas, el petróleo es un veneno: una droga que genera adicción y destruye a quienes dependen de él.

Junto con la gasolina, el diésel, el gas y el carbón, se sostienen las industrias del cemento, el automóvil, la expansión urbana y toda una gama de mercancías desechables creadas para alimentar el consumo masivo y, con ello, la acumulación privada de riqueza. El capital financiero dirige este proceso; los aparatos militares lo resguardan; y la naturaleza paga el precio.

Hoy se habla de “transición energética”, pero de manera tímida y superficial. En los hechos, este nuevo discurso encubre un gran peligro: la continuación del modelo extractivista por otros medios. Los megaproyectos fósiles son sustituidos por megaproyectos “verdes” —parques solares, eólicos o hidroeléctricos— que no transforman el fondo del problema: el control centralizado de la energía, la destrucción de ecosistemas y el despojo de comunidades en nombre del progreso.

Así, los bienes comunes naturales siguen siendo sacrificados en el altar del capital. Las decisiones energéticas permanecen en manos de grandes empresas, mientras las comunidades locales y los pueblos originarios son excluidos de los beneficios y padecen los impactos.

Desde Salvemos los Cerros de Chihuahua impulsamos la creación de una Ley para la Transición Energética Justa y el Fin del Modelo Extractivista y Fósil, una propuesta que busca colocar en el centro a la ciudadanía, la justicia ambiental y los derechos de la tierra. Queremos que la transición no sea una continuidad del saqueo, sino una transformación profunda hacia la autonomía energética, la protección de los ecosistemas y la soberanía de los pueblos.

La transición no puede ser negocio de unos cuantos: debe ser el proyecto colectivo que nos permita reconciliarnos con la tierra.