Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
-Maestra, ¿Dónde pongo el aserrín? Aquí en el piso, mientras. (respuesta apurada)
-¡Las flores, Las flores! Ayyy no! ¿Quién las pisó? (exclamaciones desesperadas)
-Apúrate por favor! ¿Qué puedo hacer si la pintura aún está fresca? (conversación con dejo de frustración)
-No, no no! Apaguen las velas pueden causar un accide…Échenle agua por favor! (gritos de temor)
-No se vale comerse el pan de muerto eh, ni nada que se ponga de ofrenda. De acuerdo? (aseveración y pregunta con destinatario que no se menciona)
-¿Era caracterizarse de catrín o de oso panda? (estudiantil cuestionamiento jocoso)
-¿El papel picado para cuando era? (clásica pregunta tardía)
-Ya quedó, Ya quedó! Al fin… (exclamacion sudorosa)
Mientras siga el rescate de las tradiciones en los colectivos escolares, el olor, el sabor y todo el folclor mexicano perdurará como indeleble tinta en la memoria y el recuerdo de quienes las viven.
Las instituciones escolares y quienes las integran fueron, son y siguen siendo quienes, llenos de historias, continúan haciendo que la cultura ande en los estudiantes.
Que no desaparezcan, vale la pena el trabajo escolar pues las anécdotas e inigualables vivencias perdurarán en la mente cuando el inexorable paso del tiempo indique que es momento de dejar las aulas.



