Por: Víctor M. Quintana S.
El morbo de quienes esperaban un rompimiento del Papa León XIV con la radicalidad evangélica de su predecesor, Francisco se vio defraudado.
Porque la Exhortación Apostólica “Dilexi Te” -Te he amado- del pontífice norteamericano-peruano nos deja claro que, a su manera, dará continuidad a algunos de los temas preferidos por Bergoglio.
Esta exhortación, segundo documento en importancia después de las encíclicas papales, continúa la carta del mismo nombre que no alcanzó a terminar Francisco y prosigue la reflexión del último documento suyo: “Dilexit nos”. Hay continuidad en la forma y en el fondo, entre ambos pontífices.
El Papa León retoma la centralidad de los pobres en la vida de la Iglesia: las personas privadas de medios de subsistencia, descartadas, marginadas, débiles, olvidadas. Hace un recorrido por las Sagradas Escrituras, por la doctrina de los Santos Padres, por el compromiso con los pobres a lo largo de la historia de la Iglesia, como algo esencial, como requerimiento indispensable para que el culto tenga un sentido.
Recalca el Papa que no se trata de los pobres espirituales, sino de los pobres que ahora tienen el rostro de las personas excluidas, migrantes, enfermos, mujeres que sufren violencia. Insiste en que no se vale acudir a una “pastoral de las élites”, de las personas ricas y poderosas con el pretexto de que es la forma más eficaz de ayudar a los pobres.
León XIV revalora la experiencia de la Iglesia Latinoamericana posconciliar y la reflexión profética que ella hizo junto a los pobres. En Nuestramérica se acuñó la expresión “opción preferencial por los pobres” y se hizo la inspiración de numerosas personas laicas, religiosas y sacerdotes en su trabajo con el pueblo marginado. Resalta la figura de San Oscar Arnulfo Romero, arzobispo mártir de El Salvador, sacrificado por su compromiso cotidiano con su grey oprimida. Sin decirlo, este documento papal converge con los planteamientos más importantes de la Teología de la Liberación, tan rechazada por el conservadurismo eclesial. Considera la pobreza, no como el fruto de una elección de las personas que la padecen sino como el resultado del “pecado social”, de estructuras injustas surgidas de ideologías y prácticas sociales que se someten a la tiranía del mercado.
Un tema esencial de la práctica y de la reflexión de la Iglesia Latinoamericana comprometida con el pueblo es el que los pobres no son objetos, receptores pasivos de bienes, programas o políticas hechos “para ellos”. Las personas pobres son sujetos, y es un deber cristiano acompañarlos como radicalmente iguales, no desde arriba, ni verlos como “un problema social”. Así, el documento papal valora los movimientos populares como la expresión de los pobres como sujetos para construir políticas sociales justas e incluyentes.
Puede ser que en su exhortación apostólica el Papa Prévost no alcance la profundidad y contundencia que algunos desearíamos y que sí encontramos en el Papa Bergoglio. Algunos señalan que no está presente el laicado, que falta énfasis en el papel de las mujeres, que no se considera a los pueblos indígenas ni a las personas LGBTQ. Tal vez sí, tal vez la carta insista mucho en la práctica eclesial y no se detenga ni valore la importancia de la organización social , aún así “Dilexi Te” no deja de ser un claro llamado a traducir la fe cristiana en un compromiso eficaz con las personas pobres .
Por eso es de extrañarse la poca importancia que en nuestras latitudes la Iglesia institucional le ha dado a este documento. Ojalá cambie, para bien de todos primero los pobres, aunque suene muy político.