Por: Dr. Héctor Alejandro Navarro Barrón. Consultor en Educación en Estado de Derecho y Cultura de la Legalidad
Para más de mil maestros en Chihuahua, el futuro es una ecuación sin resolver. Son los «1064», un grupo de docentes que, tras décadas de servicio, se levantan cada mañana no solo para educar a la siguiente generación, sino para enfrentar una angustiante pregunta: ¿qué será de mí cuando me jubile? Su historia no es de un simple error administrativo, sino de una promesa rota que los dejó a la deriva entre dos sistemas de pensiones, sin la certeza de ninguno.
Imagínese dedicar 20 años de su vida a las aulas bajo un contrato social claro: al final de su carrera, el Estado le garantizaría una pensión digna, calculada sobre su último y más alto salario. Era un sistema solidario, predecible. Un pacto que permitía planificar una vida. Pero en 2014, las reglas del juego cambiaron abruptamente.
Con la nueva Ley de Pensiones Civiles del Estado, ese pacto se desvaneció. Los 1,064 docentes fueron transferidos a un sistema de cuentas individuales, similar a las Afores, donde la jubilación ya no es una certeza, sino una apuesta. De la noche a la mañana, el riesgo de un mercado volátil y la responsabilidad de acumular un fondo suficiente cayeron enteramente sobre sus hombros. El problema es que fueron arrojados a esta nueva realidad a mitad de sus carreras, sin el tiempo necesario para que sus cuentas individuales pudieran crecer y equiparar la pensión que se les había prometido.
Atrapados en el limbo de un artículo transitorio, ahora enfrentan lo peor de ambos mundos: los nuevos y más estrictos requisitos de edad para jubilarse, y la incertidumbre de un fondo de retiro que saben será insuficiente. Son una «generación de sacrificio», el costo humano de una reforma que no previó un mecanismo justo para quienes ya habían construido su proyecto de vida bajo otras reglas.
Esta incertidumbre se agrava día con día. No es solo la pensión del mañana lo que les preocupa, sino la atención médica de hoy.
Las protestas del magisterio no sólo claman por un futuro digno, sino por un presente con servicios de salud funcionales, denunciando la falta de medicamentos y cirugías pospuestas indefinidamente. ¿Cómo puede un maestro inspirar confianza en el futuro desde el pizarrón, cuando el suyo propio está borroso y lleno de dudas?
Mientras tanto, las soluciones ofrecidas por las autoridades parecen no comprender la magnitud del problema.
Se habla de corregir «diferencias en las retenciones», una solución técnica para una herida profunda y existencial. Los maestros no piden un ajuste contable; piden la restauración de una certeza perdida.
La situación de los 1,064 docentes es más que un conflicto laboral; es un reflejo de lo que valoramos como sociedad. Son profesionales que han dedicado su vida a una de las labores más nobles. Dejar su futuro a la deriva no solo es una injusticia para ellos, sino una advertencia para todos. Porque una sociedad que no puede garantizar un retiro digno a sus maestros, es una sociedad que ha olvidado quién construye su futuro.