Por: Luis Andrés Rivera Levario, vocero de Salvemos los Cerros de Chihuahua
El periodista llora.
Llora al ver la vida de familias enteras aplastada bajo los escombros de lo que fue su vivienda, segundos antes de que un misil de fabricación estadounidense, decorado con dibujos y dedicatorias de niñas y niños israelíes, se impactara en su hogar, en la Franja de Gaza.
Dicen que era porque pertenecía a un grupo “terrorista”: el movimiento de resistencia islámica, Hamas.
Pero en Cisjordania, en una aldea llamada Madre Benevolente —Umm Al-Kheir—, las fuerzas armadas de ocupación también vigilan el asesinato de padres, madres, hijas e hijos. Dicen que es porque un bebé hoy puede ser un “terrorista” mañana.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo ha dicho con claridad: Gaza y Palestina entera son el laboratorio de las represiones del futuro. Un ejemplo de cómo los ricos del planeta tratarán a los pobres de cualquier lugar cuando se rebelen. Y así ha sido antes: las potencias coloniales han cometido crímenes horrendos una y otra vez contra los pueblos del mundo.
El filósofo Walter Benjamin, judío y anarquista, decía que el “estado de excepción” que vivimos hoy ha sido la regla en la historia para los pueblos oprimidos. Él hablaba del régimen nazi-fascista en Alemania, pero hoy, el régimen sionista de Israel es prácticamente igual. También dijo que ni siquiera nuestros muertos estarán a salvo si el enemigo vence… y el enemigo no ha dejado de vencer.
Esto también vale para los ancestros judíos, algunos aún vivos, que hoy se manifiestan en defensa de Palestina, con frases como: “No en mi nombre”. Lo dicen porque actualmente se comete un genocidio en nombre de un pueblo que también sufrió un genocidio.
Un genocidio no es cosa menor. Todos los organismos de derechos humanos —desde la ONU hasta la Iglesia Católica— coinciden: hay intencionalidad en imponer hambruna, en el asesinato masivo y selectivo de menores de edad.
El periodista llora. Sus compañeros lo abrazan, le dan ánimos. Saben que pueden morir. Y sí: murieron bombardeados por Israel, todo el equipo de Al-Jazeera en Gaza, como un intento de silenciar la verdad que el mundo entero está viendo.
Anas —la montaña de Gaza, fuerte y dador de esperanza, pero también vulnerable, humano, padre— murió. Me duele no saber qué hacer para apoyar a Palestina. Me duele verme reflejado en Anas, y ver a mi familia reflejada en las infancias palestinas.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional dijo alguna vez: “Todas y todos somos niños palestinos”. En 1994 ellos también tomaron las armas contra el mal gobierno, tomaron prisioneros de guerra, y hasta sus enemigos —como el general Absalón Castellanos— reconocieron su trato humano, incluso en medio de una guerra. Ellos también fueron bombardeados, traicionados en tratados, orillados a matar o morir para conquistar dignidad.
Como tantos pueblos antes, vivieron lo que la historia llama Colonialismo: saqueo, tortura, exterminio. Y eso mismo es lo que hoy vemos en tiempo real en Gaza y en toda Palestina.
No se trata de una guerra. No se trata de luchar contra el terrorismo o contra Hamas. Se trata de limpieza étnica, saqueo, tortura, crueldad, conquista territorial, exterminio.
Y mientras esto sucede, en Chihuahua, las autoridades más corruptas —la Junta Central y la Junta Municipal de Aguas— celebran acuerdos con los genocidas. Prefieren rodearse de quienes matan niños, imponen hambre y bombardean iglesias. El gobierno local haría lo mismo que Israel si pudiera, porque de otra manera denunciaría públicamente un genocidio.
Imagínate: en plena Segunda Guerra Mundial, la Junta de Aguas firmando convenios con la Alemania nazi. Es porque son como ellos. Recordemos que el sionismo tuvo vínculos con los nazis, y que el Estado de Israel nació como una idea de “limpiar” de judíos a Europa. El gobierno de Chihuahua es igual, solo que de closet.
Murió Anas, como murieron tantas niñas y tantos niños.
Pero Al-Sharif, sin embargo, no ha muerto: resucitó. Como dice el corrido a Emiliano Zapata de José de Molina: “Que lo sepan bien los cristianos, esta es la resurrección”.
Así como cuando mataron a un maestro y su comunidad decidió devolverle la vida porque no merecía morir así. Lo dice también César Vallejo, cuando toda la humanidad le pidió: “No mueras”.
Lázaro. Galeano. Anas.
Se pusieron de pie y volvieron a andar.
Y la Voz en off dijo: “Bien me dijeron que cuando volviera a nacer, sería en colectivo”.
Por eso ahora alzamos la voz por la causa de la niñez libre, por la dignidad humana, por Palestina viva.
Porque ahora todos somos Anas.