Por: Rosalío Morales Vargas
Sólo tres días después de Hiroshima
Escribió su epitafio la barbarie
Se oyó en el aire tétrico lamento
Y deambuló la muerte por las calles
La lluvia radiactiva ocultó el sol
De las nubes cayó otra masacre.
La bomba de plutonio en Nagasaki
No ha colmado apetitos de la insania
Desintegró a personas inocentes
La penumbra nuclear fue su mortaja
Sobrevivieron pocos hibakusha
Llevan aún dolores en el alma.
Un moscardón funesto arrojó
Su letal carga sobre la llanura
La lóbrega ignición en las colinas
Vistió a la ciudad con tez oscura
El siniestro Bockscar ha sido el ave
Que portó átomos de desventura.
Calcinado quedó el bello puerto
Del surponiente del Japón herido
Ya era innecesaria esa bomba
Cundió el infierno un jueves afligido
El centro urbano reducido a escombros
Sufrió la cortadura del vacío.
Escoltadas la saña y la crueldad
En cualquiera de las conflagraciones
Las desatan deseos de vasallaje
Felonías del poder asestan golpes
A una humanidad amenazada
En garras de grilletes destructores.
¿A quiénes beneficia una guerra?
A grandes oligarcas del planeta
Que abusan de mortífero armamento
Para apropiarse todas las riquezas
Someten a los pueblos a su arbitrio
Y afilan sus colmillos como bestias.
Se encuentra el mundo al filo del abismo
La llave salvadora está en la gente
No permitiendo más hostilidades
La noviolencia activa en el presente
Puede frenar el genocidio en Gaza
Deturpando a los ogros como huéspedes.
Es perentorio ir hacia la paz
La tierra gime, en riesgo está la vida
Lecciones del pasado nos enseñan
A nunca transigir con cobardías
¡Qué la voz de Hiroshima y Nagasaki
Aturda la locura y la perfidia!