La humanidad ultrajada

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Por: Rosalío Morales Vargas

Se derrumba la tarde. En el poniente
severos nubarrones
envuelven el paisaje marchito y retraído.
Los halcones no cesan de atacar
con marejadas turbias que embadurnan
de cieno nauseabundo
la dignidad humana mancillada.

Absorto languidece el sol en Gaza;
en el ocaso perturbado anidan
todos los miedos, las ofensas, los azotes
que recibe la gente inerme,
escarnecida y humillada
por ráfagas soeces de hambre y salvajismo.

Las heridas abiertas no están sólo en Palestina,
la humanidad camina hacia el desastre,
ya que la indiferencia y el pasmo paralizan
afanes redentores y anhelos libertarios.
Muchedumbres atónitas contemplan
la sordidez blasfema de una época sombría
postrada ante los dioses del dinero,
entumecida por misiles farfullantes
de vituperios en el ritual de los ultrajes.

Pero a contracorriente del fatalismo soporífero,
de visiones dogmáticas cerradas;
un viento de heroísmo, de amor y de ternura,
barrerá las inmundas pocilgas del rencor,
depurará las almas de la pulsión de la codicia
y el veneno de áspides ocultos.

Encallará la enloquecida violencia del sionismo
en las sólidas rocas de la resistencia de los pueblos;
un sol radiante brillará en Palestina
y el mundo conmovido abrazará a sus coetáneos
y surgirá sin duda
una muy otra sociedad diversa,
fraterna y solidaria.