Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Prefiero quejarme de los escasos incrementos que no tener un salario que pueda aumentarse.
Elijo soportar indirectas y envidias por los recesos escolares que tener contadas vacaciones.
Es mejor exigir las modificaciones a un sistema de salud del que se goza y reclamar un retiro digno que no pertenecer a una institución que lo brinde.
Prefiero ser afiliado a un sindicato, con todas sus ventajas y áreas de oportunidad, que estar desamparado y a merced de ciertos insensibles patrones.
Y no, no es conformismo, es gratitud.
Es impresionante la cantidad de personal que a las cuatro de la mañana espera, bajo cualquier inclemencia del tiempo, la ruta que los lleve a sus centros laborales.
Es dramático observar las penurias que muchos trabajadores y trabajadoras sortean a diario en sus empleos para llevar el sustento a sus hogares, con pocas oportunidades de crecimiento, con largas y extenuantes jornadas y con salarios que no necesariamente reflejan sus esfuerzo y dedicación.
Es penosa la realidad de ver a miles de esforzados trabajadores que, indefensos, añoran contar con una organización gremial que les represente.
Sí, es menester solicitar mejoras, reclamar justicia y pedir respeto a nuestra función, pero también es necesario reconocer lo que ésta nos otorga.
Insisto, no se sugiere permanecer en el área de confort, se debe y puede luchar por mayores beneficios.
Y no es romanticismo por la labor docente o por las funciones del personal de apoyo a la educación, es simplemente valorar lo que se tiene aunque se tengan que realizar las odiosas comparaciones.