Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Cuando los nuevos tiempos de democracia sindical y con la reforma laboral puesta en marcha desde procesos electivos de organizaciones gremiales previos, pareciera que la vieja política aun permea en algunos actores y de aspirantes a ello que pretenden figurar.
Suponer que coincidir en algunos aspectos con determinadas personas, tener afinidad con otros tantos o demostrar amistad con algunos es suficiente para etiquetarlos como «amigo o enemigo» es ridículo e inmaduro.
Demostrar simpatía por proyectos o aventuras político-sindicales para muchos es la señal de arranque para desatar una andanada de calificativos al no ser consideradas sus acciones y expresiones favorables a su causa. Patético en verdad.
Cuando se pierde la visión, cuando se nubla la mente, cuando gana el hígado y se pierde el raciocinio de lo que es la génesis de un sindicato es fácil leer adjetivaciones con una fuerte carga de secreciones biliares.
Si las renovaciones de las delegaciones sindicales está causando escozor y provoca que algunos «se cuiden» de no ser vistos con tal o cual persona o grupo, si desde ahora se atreven hasta a definir con quien te puedes reunir para determinar si eres o no eres, imaginémonos lo que pasará cuando se presente la renovación del Comité Ejecutivo Seccional.
Si somos incapaces de actuar con plena libertad y conciencia de lo que consideramos lo mejor o más adecuado, hemos perdido.
Y tan perdidos estaremos como lo están quienes no han comprendido que cuando se gana no se gana todo y cuando se pierde, no se pierde para siempre.
La fuerza magisterial es más grande, mucho más que una definición unipersonal, objetiva y razonada.