Por: Martha Idaly Retana Reyes
Se me hace verdaderamente pretencioso cuando alguien dice que es cursilería, cuando a pesar de los actos de demostración los toman otros como ofrendas a su reino ególatra.
Algunos se dejan llevar por teorías frías y desalentadoras llamándole dependencia, apego, hipocresía.
Pero quién en realidad sabe lo que es el amor, el amor a sí mismo, a los demás, a darse sin esperar nada a cambio o esperar una reciprocidad.
Este concepto que radica en el nacimiento de la propia humanidad sigue sin ser definido, pero nos aferramos a ponerle etiquetas frías y desalentadoras, otras llenas de mercadotecnia. Amor, qué no es ese palpitar del corazón, ese pensamiento de bienestar al otro, esas ganas de compenetrarse con otros ya sea en amistad o en pareja.
De tomar de la mano y sentir plenitud y paz… muchos dicen, es apego, dependencia, te falta. Cuando realmente escuchemos al verdadero corazón tomaremos otro sendero, seremos quizás más humanos, humildes y caritativos.
La gente va y viene, muchas veces la reciprocidad no existe y la traición abunda, pero qué más da si salimos rotos, quebrados y tirados… Disfrutar ese momento cuando posas tu cabeza en ese cuello y no pides nada más de la vida más que estar ahí por la eternidad. Cuando ríes a carcajadas y lloras con ese amigo que ha llegado desvalido, o bien le ayudas a que sea feliz, te desvelas y le haces saber lo capaz que es… para mí es amor… eso me enseñaron a amar sin esperar a pesar de que muchos se aprovechen, y qué desdicha será para ellos la falta de capacidad para sentir el corazón en la mano y poder decir: –Daría la vida por ti.
