Por: Alfredo Chávez
Este pasado fin de semana se llevó a cabo la visita del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, la cual se dio con el fin de atender dos temas importantes para el futuro Ejecutivo Nacional; el primero de ellos fue parte de la agenda que llevará en coordinación con el Gobernador de Chihuahua, Javier Corral, así como el agradecimiento a quienes dentro de los pasados comicios brindaron su respaldo al instituto político que encabeza.
Dentro del listado de promesas que Andrés Manuel dio a conocer, señaló que 130 mil familias chihuahuenses serán beneficiarias de apoyos, a través de una beca de 800 pesos mensuales que buscan respaldar a los jóvenes estudiantes que cursan la universidad, además de empleos para 46 mil 602 jóvenes, con sueldos de 3 mil 600 pesos, pues serán contratados en calidad de aprendiz, así como la apertura de dos universidades, una en Guadalupe y Calvo y otra más en Urique.
Esta política de visitar y prometer en cada rincón del país recuerdan los años noventa del sexenio de Carlos Salinas, en aquel momento definitorio para la vida nacional donde la legitimidad del Salinismo estaba en duda, la respuesta fue la creación de un programa social llamado SOLIDARIDAD, bien lo señala Enrique Krauze , “Solidaridad era el partido de Salinas, el Presidente de la Republica, era en los hechos el presidente municipal de todos los mexicanos”, en todo absolutamente en todo y en todos lados el programa estaba presente, en ejes como la Educación, Salud, Infraestructura, etcétera, todo se decidía desde Los Pinos.
Los programas del Salinismo fueron sin duda el mayor acto de anti federalismo y de concentración del poder de gasto público en la historia reciente de México. El resultado del Salinismo y sus programas de gobierno todos lo sabemos, fue la crisis política y económica de 1994 que provoco un incremento en la pobreza y en la inseguridad, el fracaso de la política social genero más pobreza que hasta la fecha heredamos.
Todo parece que la vieja escuela de la política mexicana ha resurgido con grandes bríos en la época de los Millenials, ya que todas estas buenas intenciones para los estados y municipios se replican en el mensaje de AMLO a lo largo de la república, en su permanente gira de campaña, causando aún gran expectativa dentro de la gente de las diferentes regiones del país, la expectativa de cambio está vigente pero tiene fecha de caducidad , el bono democrático en los tiempos modernos se acaba rápido y AMLO parece estar viviendo en su época, en la época de luchador social no de presidente. La formación política y de gobierno del presidente electo es muy parecida a la de los presidentes del viejo régimen priista. Lo que Andrés Manuel no ve es que en un México democrático la idea totalitaria de gobernar desde el centro del país tendrá oposición y desgaste para su gobierno.
El prometer no empobrece y lleno de buenas intenciones se encuentra empedrado el camino al mal gobierno y las crisis políticas y economías, por eso es necesario que la ciudadanía se documente antes de solo creer que las buenas intenciones del presidente electo, ante un panorama nacional difícil tras la salida de Peña Nieto y un sexenio plagado de irregularidades y actos de corrupción, un relación bilateral gastada y tensa, así como un entorno internacional económicamente volátil, por ello la ciudadanía debe estar pendiente de que lo que oferta de programas y acciones de gobierno sean basadas en la planeación y no en ocurrencias, reales, tangibles y viables, no solo dejarse apantallar por las palabras y buenas intenciones.
En conclusión, se visualiza un Andrés Manuel más parecido a Carlos Salinas que a Lázaro Cárdenas.