Ciudad de México.- Es un ganador. Los 21 títulos a lo largo de su carrera lo avalan. Rafael Márquez es uno de los futbolistas mexicanos más importantes de la historia. Y ha vuelto al Atlas para cerrar su brillante carrera. Quiere la “cereza en el pastel”. Está de regreso para conseguir lo que los Zorros no han podido en 64 años; considera que ese sería el campeonato más importante de su vida.
Vive el regreso a casa con una constante sonrisa. Recibe del presidente Gustavo Guzmán la camiseta rojinegra, para ser presentado.
Lleva en la espalda el número con el que ha cosechado éxitos en Mónaco, Barcelona, León y Selección Mexicana. Ese vestirá en su segunda etapa en este club, en el que seguramente será capitán.
“El 4 para mí ha significado mucho, Rafa Márquez y el 4 ya van ligados. El 27 [con el que debutó] lo llevo en mi corazón, como llevo los colores de Atlas. Fue algo especial, un sentimiento que no se va a perder nunca, pero el 4 va ligado a mi imagen y he conseguido grandes cosas con él. Me partiré el alma. Dejaré hasta la última gota de sudor”, promete el defensa.
Su historial de éxitos es amplio. Tan sólo de Liga presume siete títulos: uno con Mónaco, cuatro con el Barcelona y dos con León. Además de dos Champions League y un Mundial de Clubes. La lista es larga. Pero a su carrera le hace falta algo. Siente los colores y sabe el dolor de soportar una sequía de 64 años. Quiere ponerle fin a eso.
“Sí he ganado títulos importantes, pero no quiere decir que sea conformista. Éste sí podría ser el más importante de mi carrera, mas no es seguro que lo vaya a conseguir. Creo que hay todas las posibilidades. Es un campeonato bastante difícil, hay equipos muy bien armados, con grandes jugadores. No va a ser nada fácil, pero lograr ser un equipo competitivo, cambiar una mentalidad de ser rivales dignos, creo que nos puede dar muchas posibilidades también”, explica.
“Hay que ir paso a paso, acoplándonos al director técnico [Gustavo Costas], adaptarnos como grupo, ir trabajando así, porque es una etapa nueva. Desafortunadamente, la temporada pasada no salieron las cosas bien, llega un entrenador nuevo con jugadores nuevos, y eso llevará un tiempo de adaptación, que debemos hacer lo más veloz posible para obtener buenos resultados”, agrega el futbolista.
Consciente de que el final se acerca, ha vuelto al club que lo vio nacer. Su deseo no es otro: quiere darle a la institución un campeonato. “Sería la cereza en el pastel, sería bastante lindo terminar mi carrera con un título en Atlas. Es un sueño, como fue un sueño ir a Europa, jugar en un gran equipo y ganar títulos importantes. Se empieza con eso y luego vienen pasos importantes, como el trabajo y sacrificio. Aún debo adaptarme, no que se adapten a mí, para ser un conjunto fuerte y competitivo. Sería algo lindo terminar mi carrera con un título aquí”, reitera.
Para lograr el objetivo, asegura, colaborará en todo lo posible. Y, eso sí, rechaza acusaciones que ha recibido en el pasado. “Quiero recalcar: vengo a poner mi granito de arena, exprimir la experiencia de toda esta carrera. He escuchado, leído o la gente tiene una idea de mí que soy ‘grillero’, que soy muy político en los grupos, pero si hablan con mis compañeros o ex compañeros, no creo que digan lo mismo. Intento ver lo mejor para el equipo, y sí, desde luego que ese liderazgo que me ponen es para tratar que mis compañeros y yo vayamos por la misma línea, porque es un trabajo en equipo”, asevera, con seriedad.
El club de sus amores. Márquez se ve feliz. Se ha puesto de nuevo la camiseta de sus amores. La defenderá en el año del centenario de la institución. Y buscará ayudar a romper con una sequía de 64 años sin un título de Liga. “Es difícil de explicar, te juro que la piel se me pone chinita al hablar de este sentimiento por Atlas... Todos los que son ‘fieles’ saben de que hablo”, explica.
“La parte del sentimiento nunca va a cambiar. Con eso me fui y con eso he regresado. Nunca lo he perdido. Hoy en día es lo más importante. Lo que haya pasado de 16 años para acá quedó en el pasado. El sentimiento no ha cambiado”.
Fuente: El universal