Por: Z. Gómez
Por más de 20 años he vivido en una colonia en la que el único medio de transporte es el carro o el Mármol, a menos que estés dispuesto a caminar 10 calles para llegar al Vivebus, esto implica que si entras a estudiar o trabajar entre las 7 y las 10 de la mañana y no tienes carro debes estar consciente de que viajarás en un camión en el que el concepto de espacio personal prácticamente no existe.
Recuerdo que de niña para ir a la primaria y a la secundaria había que estar bien tempranito en la parada del camión para alcanzar un Mármol que no estuviera tan saturado y bajar con la mochila enorme era toda una aventura, sin embargo, el trayecto era posible, monsergoso, pero posible.
Cuando entré al bachilleres tenía la opción de regresar caminando a mi casa, hacía poco más de 20 minutos pero "estaba chava y se me hacía fácil" y me ahorraba 3 pesos al día que al final de la semana me permitían comprar algún dulcecillo en la escuela.
Para cuando entré a la universidad tenía bien calculados los tiempos de los camiones, conocía las rutas, sabía que el Mármol pasaba cada 7 minutos en hora pico y podía llegar a cualquier parte de la ciudad con 6 pesos y en menos de una hora. Luego tuve la oportunidad de irme de intercambio y por aquel tiempo comenzó todo el boom del Vivebus, para cuando regresé ya estaba activo y muchas de las rutas habían cambiado y habían cortado camiones. De los 7 minutos que esperaba el Mármol pasaron a 20, así que prefería caminar hasta el Vivebus, el recorrido lo hago en 10 minutos a velocidad de maratonista y pasando forzosamente frente a los "finísimos" empleados de las florerías y marmolerías que te chiflan aunque vayas en tus peores fachas a menos que se estén fumando un porro y no les interesa quien pase.
Luego metieron más camiones y pasé de esperar 20 minutos a 10 o 15, dependiendo de la hora, pero pareciera que de la noche a la mañana llegó una ola de nuevos fraccionamientos al sur y lo que antes eran granjitas con poca población se volvió toda una zona urbana con un montonal de nuevos habitantes, sin embargo las rutas siguieron igual. Entonces subirte al Mármol a las 8 de mañana se volvió una misión imposible.
Hoy en día estar tempranito en la parada para subirte al camión no sirve de nada, puedes ver pasar 4 o 5 camiones con personas colgando de las puertas y te quedas parado con la mirada de desilusión porque de nuevo llegarás tarde y la siguiente opción queda muy lejos. Después te asomas a ver si se acerca el siguiente camión pero sólo ves a alguna señora caminando ferozmente desde una parada más lejana, porque el Mármol viene lleno desde antes de llegar a la San Jorge, y ella, ilusa, piensa que en la siguiente parada tendrá más suerte. Es entonces cuando pierdo la esperaza y comienzo a caminar hasta el Vivebus, claro está, si es que llevo zapatos cómodos (nadie quiere llegar al trabajo con ampollas en los pies).
En el transcurso al Vivebus a veces pasa otro Mármol, pero lo ves pasar igual al anterior, como auto sardina con gente angustiada y aplastada que pasa por la misma situación cada día al tratar de llegar a su destino.
Una vez que llego a donde debo llegar, si llegué en Vivebus agotada de caminar y si llegué en el Mármol agobiada y con sudor ajeno, veo las noticias y según el gober habrá nuevas rutas y mejores y bla bla bla, pero mes con mes mi travesía empeora mientras cada día aumenta la población y disminuye el transporte.
Al menos conozco mi ruta, porque si tengo que ir a algún lugar desconocido hay que hacerlo con tiempo y con actitud de explorador ya que las rutas en internet están desactualizadas desde hace casi dos años y de nada sirve preguntar porque todos están tan desorientados como tu. Se podría dedir que tenemos angustia e impotencia colectiva, pagando tanto por viajar en un sistema de transporte mediocre y sin visperas de mejorar.