Mundo Gómez y el pequeño priísta que todos llevamos dentro

Por: Luis Villegas Montes

Murió don Raymundo Gómez; a don Raymundo lo conocí poco y mal; sin embargo, sin excepción, todos los recuerdos de él son gratos.

A no dudarlo, “Mundo” Gómez fue una institución en el PAN; en lo más álgido de la lucha panista, cuando el gobierno mostraba su peor cara y el autoritarismo no dudaba en ejercitar la violencia como instrumento político, mera extensión de su cerrazón ideológica, hombres y mujeres como “Mundo” encabezaron la contienda por una apertura democrática auténtica, cabal. Sin esos hombres y mujeres no es posible comprender el México de hoy, muy lejos de los ideales de los grandes pensadores, pero indudablemente mejor que el de hace treinta o cuarenta años —ése al que quisieran regresarnos el Pejesaurio de Andrej Manuel y su cáfila de trúhanes (las heces nauseabundas del PRI, del PAN y del PRD)—.

En la década de los ochentas, fue la gente como “Mundo” Gómez la que le dio sentido, y rumbo, a una contienda que se avizoraba dura, por no decir imposible, y en ocasiones como un verdadero callejón sin salida.

Dirigente del Comité Directivo Estatal (CDE) del PAN de Chihuahua, “Mundo” impulsó una estrategia fundamental para vertebrar y encauzar el descontento, la insurgencia y la participación políticas: la resistencia civil.1 Para él, el movimiento se basaba en el valor y la disciplina; y en su momento, se inspiró en la experiencia de diversos líderes, Martin Luther King, Gandhi, etc.; en la misma entrevista, de hace exactamente 29 años, “Mundo” hablaba de un investigador de la Universidad de Harvard, Green Chart, quien contaba con una selección de métodos y recursos de resistencia civil de todo el Mundo y ese material era el insumo que le permitió al PAN, con “Mundo” a la cabeza, organizar seminarios en toda la República Mexicana, hasta recopilar 198 acciones concretas.

El título de estos párrafos se explica en parte por esa expresión, propia de Carlos Castillo Peraza, relativa a que todos, todos y sin excepción, llevamos un “pequeño priista dentro”;2 con ella, ese filósofo enorme que él fue, aludía a esa vena voluble, aviesa y mezquina, así sea de carácter temporal, que nos habita y deja de lado el ideal como orientador de nuestro proceder, vaciándolo de contenidos, quedándonos con la mera retórica, propia de ese mexicano echador que, en los hechos, reniega de cualquier convicción o creencia previas.

Recuerdo en este punto la “fractura” de hogaño entre los panistas que han decidido insinuar su apoyo a Meade; da pena ajena leer a algunos echándose en cara faltas, reales o imaginarias, o haciendo “distinciones” inverosímiles; del tipo de aquélla, por ejemplo, que le atañe al inefable Cruz Pérez Cuéllar, defenestrado del PAN pese a haber sido dos veces diputado federal, diputado local, Coordinador de bancada, Presidente del CDE dos veces y amigo del alma de Javier Corral Jurado y César Jáuregui Robles, a quien se le empezaron a ver los defectos luego de pelearse con él porque, antes, le aplaudían y celebraban todas sus gracias, al grado tal que hasta compadre lo hicieron, los dos.

Pues bien, igual de risible es tachar de “priistas infiltrados” a quienes, por décadas, trabajaron por y para el PAN, concretamente Ernesto Cordero y Roberto Gil, y ahora reniegan de ellos sin recordar que, hace menos de dos años, —todos juntos ya— firmaron una petición para que Gustavo Madero no regresara a la dirigencia tras su solicitud de licencia. Ahí, clarito, se leen los nombres, entre otros, de Javier Corral, Pablo Cuarón, Ramón Galindo, Blanca Gámez y Guillermo Luján, juntito a los de Roberto Gil y Ernesto Cordero; entonces, ahí sí, panistas de hueso colorado; e incluso, el primero le diría a Madero en una cartita: “Es una vuelta lamentable, como escribiría el joven Manuel Gómez Morin a su maestro José Vasconcelos, ‘a los procedimientos de agudo personalismo en lo que la organización se hace exclusivamente por un hombre y para un hombre’”.3

Por cierto, se trata del mismo Gustavo Madero al que en el actual Gobierno le crearon una inútil súpersecretaría que no ha servido para maldita la cosa y al que, en sendas declaraciones, hace menos de dos años, Corral Jurado tachó de “vendido”, “corrupto” y “traidor”.4

En fin, descanse en paz don Raymundo Gómez y que en gloria de Dios esté.

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