Si Griezmann tiene en su cabeza fichar por el Real Madrid lo disimula muy bien. Por segundo año consecutivo incendió el Real Madrid y, de paso, le echó una mano al Barcelona en la persecución por la Liga. Fue en el territorio blanco, en esa zona del reloj en la que el Madrid registra a su nombre las manecillas. Antoine se deslizó por una grieta y destrozó por completo el muro que, piedra a piedra, había construido Keylor con los guantes puestos. El Madrid dormía sobre un colchón confortable y ahora lo hace sobre uno de pinchos.
Pero al Madrid el estilo fakir no le molesta. Al contrario, parece que busca la incomodidad para poder triunfar desde ella. Ante el Atlético perdonó lo que hubiera significado mandar a serigrafiar la placa de campeón. La tuvo en su mano, pero se la tiró al pecho a Oblak, quien la recibió con gusto, como los pelotazos durante el partido. Se sacó el gol dos veces a Benzema y fue tan culpable como Griezmann del empate final.
La primera parte fue de derbi. Es decir, hubo más tensión que ocasiones. Y eso que hubo ocasiones. Benzema probó la resistencia de los guantes de Oblak y Cristiano el de la gomina de Savic. El de Montenegro se tiró de cabeza a salvar un cañonazo de Cristiano cuando diez de cada diez médicos recomendaban apartarse de ese balón. Pero un balcánico, en un derbi, no atiende a razones. También tuvo las suyas el Atlético, que se encontró con el mejor Keylor de la temporada.
Nada más empezar la segunda parte, tras otro paradón de Oblak, Pepe demostró que su compromiso con el Madrid será, como reza el cántico de la afición, hasta el final. Kroos puso un balón de esos que se quedan suspendidos en el aire como si fuera de gomaespuma, o de algodón, o de nube y Pepe lo mandó a la red para recordarle al Atlético que este equipo es un dolor de cabeza para ellos.
Pasaban los minutos y, más allá de una clarísima ocasión de Torres que murió en los pies de Keylor, el Madrid se hacía con el control. Pero en una jugada desafortunada soltó el bastón de mando y todo cambió. Pepe andaba por la frontal del área, con intención de despejar un ataque rojiblanco, pero el que se le cruzó en el camino fue Kroos. El alemán, fuego amigo, le soltó un patadón en las costillas a su compañero que le dejó fuera de combate.
Ellos fueron los protagonistas, sin estar, del resto del partido. Pepe se tuvo que marchar y Kroos, a un cuarto de hora del final, dejó su puesto a Isco. Un minuto después contraprogramó Simeone metiendo a Thomas por Torres. Y, como si se tratase de un juego de mesa, pobló el centro del tablero de muñequitos rojiblancos y aisló a los rivales en dos ejércitos sin vías de suministro.
El Madrid perdió el balón mientras el Atlético iba poniendo cara de pillo. En una acción rápida, a cinco del final, Correa dejó de verlo todo oscuro para encontrar una rendija de luz a la que dirigió el pase. Griezmann hizo lo que sabe y volvió a dejar esa sensación en el Bernabéu de odio contenido. De "no le quiero ver ni en pintura pero a ver si le pintamos de blanco la camiseta".
Le complicó la vida a su compatriota Zidane, quien tiene que rascarse la pizarra para visitar al Bayern y para no perder de vista una Liga que, como ese problema que va creciendo poco a poco, se ha presentado en el hall de Valdebebas sin avisar.
Fuente: marca.com