Por: Padre Yaco
NO NOS ACOSTUMBREMOS A ESTO, POR FAVOR
Considero terrible y alarmante lo ocurrido el día de hoy, miércoles 18 de enero, en Monterrey. Me refiero a lo que sucedió con Federico, el adolescente de 15 años que disparó a su maestra y compañeros y se disparó a sí mismo.
Debo decir que al enterarme del terrible suceso, después del impacto, vinieron a mí muchas preguntas: ¿Qué pasaba por la mente de este adolescente? ¿Qué sufrimientos estaría pasando? ¿Qué lo llevó a realizar esto? ¿Cómo estará su familia?.. ¿Cómo traía una pistola en la escuela? ¿Cómo consiguió la pistola? Supe (no sé si es real) que estaba diagnosticado con esquizofrenia, ¿Estaría tomando el medicamento? Tantas preguntas vinieron a mi mente, aunque sé que las respuestas no son fáciles y no resuelven nada.
Pero, aun así, creo que este evento debe hacer que nos cuestionemos y nos revisemos como personas, como familias y como sociedad en general.
En lo personal sigo creyendo que la familia es el núcleo desde donde se fundan todas nuestras bases, valores, principios, criterios de actuación, etc. Y esto que ha sucedido debe llevarnos a mirar a nuestras familias: ¿Qué está pasando en nuestras familias? ¿Cómo estamos guiando, acompañando, amando a nuestros adolescentes y jóvenes? ¿Están ellos encontrando en casa las respuestas, el cariño, los valores? Me parece que muchos padres de familia deben revisar su actuar, su manera de enfrentar las situaciones de sus hijos.
Recuerdo en una ocasión, un jovencito de 16 años, se acercó a mí para confesarse en un retiro. Al terminar la confesión, este chico ya se había puesto de pié y se iba, cuando regresa y me dice: “Padre, ¿le puedo dar un abrazo?”, algo sorprendido por la petición le dije: “Si, claro”. Entonces el chico me abrazó y mientras lo hacía me dijo: “No recuerdo que nadie antes me haya escuchado con tanta atención como lo acaba de hacer usted”. Yo quedé aún más sorprendido. Este chico tiene papás, hermanos, tíos, primos… y no se sentía “bien” escuchado.
Hoy muchos adolescentes se sienten solos, se sienten alejados, se sienten tristes, se sienten “no amados”; y esto, aun cuando viven con más miembros de su familia. Las prisas, el trabajo tan pesado, el estrés y tantos distractores que hoy tenemos en casa: televisión, computadora, redes sociales, etc., hacen que los adolescentes estén cada vez más solos, más confundidos, más carentes de afecto, de abrazos, de besos.
Muchos papás han caído en el ritmo de vida egoísta, materialista, hedonista que nos propone la sociedad y se envuelven en su mundo, en sus problemas, en su vida, olvidando que tienen a su cargo a un hijo (o más). Dejando que el internet, la televisión, los video juegos, la escuela, los amigos se encarguen de la educación y crianza de sus hijos.
Hay padres de familia que vienen a mí, en ocasiones, sintiéndose impotentes ante su hijo adolescente: “Ya no hallo como hablarle”, “Ya no puedo con este muchacho”, etc. Actitud que me parece entendible pero jamás aceptable. Yo siempre les pregunto: ¿Quién es el adulto en esta relación? Y les digo: No puede ponerse al nivel del adolescente, usted es quien guía, usted es quien debe marcar la norma de conducta, usted es quien debe guardar la compostura, la calma…
Por otra parte, aún cuando los papás se esfuerzan por estar, por guiar, por acompañar, por abrazar, existe, para nuestros adolescentes y jóvenes, una terrible amenaza que no debemos hacer a un lado: toda la influencia y atracción que significa para ellos las redes sociales, los video juegos, la televisión. Hoy, lamentablemente, aún jovencitos con valores en casa pueden sentirse atraídos, confundidos, arrastrados por ideologías, antivalores y una subcultura de muerte que circula en estos ambientes tan a la mano y tan atractivos para nuestros chicos. Debemos estar más atentos a esto. Debemos checar qué están viendo nuestros chicos, con quién hablan, a qué sitios entran, qué cosas les atraen.
Para ello se necesita estar ahí, dedicar más tiempo que antes, mucha comunicación, mucha vigilancia. Los padres de familia hoy en día deben estar un paso más adelante para poder guiar. Creo que en el tema de redes sociales y, en general, de internet, a algunas generaciones de padres de familia les ha llegado tarde la tecnología y sienten que sus hijos van más adelante que ellos. Creo que esto ha permitido que los niños, adolescentes y jóvenes se muevan en este mundo de internet a sus anchas y no sepan medir las consecuencias.
Padre de familia, si no sabes, aprende. Si no sabes, siéntate con tu hijo para saber. Si no le entiendes, pídele a tu hijo que te enseñe. Creo que los que somos educadores debemos estar donde están nuestros educandos. Creo que los que tenemos a cargo a los adolescentes y jóvenes debemos interesarnos por lo que a ellos les interesa, meternos en su mundo, aprender lo que les motiva.
Finalmente, como sociedad: escuelas, iglesias, instituciones, también debemos revisarnos y aprender a trabajar unidos. Debemos hacer un frente común en favor de estos chicos, de estas nuevas generaciones que les está tocando un mundo difícil, un mundo con muchas posibilidades, opciones, pero con muchas interrogantes y pocas respuestas.
Debemos unir fuerzas y favorecer la sana educación de nuestros chicos.
No podemos acostumbrarnos a este nivel de violencia. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante estos hechos. Al menos yo, al ver a este chico, Federico, siento que con este acto nos está diciendo a todos: “¿Por qué no me ayudaron?” “¿Por qué no hicieron algo por mí?”. Vamos respondiéndole a Federico y a tantos otros que están pasándola mal.
No nos acostumbremos a la cultura de muerte. Promovamos una cultura de la vida, démosle respuestas a nuestros chicos, démosle amor para que puedan enfrentar sus miedos y dudas.