Chihuahua, Chih.- El sociólogo y musicólogo social argentino Daniel Cerezo abordó en el marco del Congreso Internacional de Empresarios IEM 2016 el tema de "La felicidad y las empresas" a través de su emotiva experiencia personal que lo llevó de vivir y trabajar en las peligrosas calles de Buenos Aires con apenas 6 años de edad rodeado de pobreza y como a través de la música, las acciones sociales en prisiones y madres de adictos a la droga, cambiando vidas, llegó de la forma más inóspita al mundo empresarial para seguir haciéndolo. En una ponencia muy enriquecedora, Cerezo señaló que no hay pobreza más grande que la humana, muy por encima de la económica, y que cuánto más una persona encuentra bienestar en su empresa, mejor rinde.
Cerezo afirmó que en un principio pensaba que la pobreza era vivir como él vivía en vulnerabilidad con sus padres y sus cinco hermanos en su barrio en Argentina, a mil 200 kilómetros de Buenos Aires, cuando a su padre recibió una oferta laboral en la gran ciudad pensando aquello de que "el trabajo dignifica".
Para su sorpresa, la promesa de una casa para su familia, se encontró con que se la tenía que ganar, teniendo que dormir en la plaza. Ante eso, tuvieron que recurrir a pedir ser acogidos en casa de una hermana de su padre donde vivieron por cuatro años hasta que el padre de familia falleció a causa de una enfermedad y su tía los corrió, volviendo a la calle y viéndose obligado a trabajar en la calle a la temprana edad de los seis años.
Fue así como a través de un amigo de la calle conoció el mundo de la música y una cantante argentina, conocida como Gladys La Bomba Tucumana, se convirtió en su ídolo y se empeñó en tomar clases para lograr tocar su éxito La Pollera Amarilla.
Al año de iniciar "yo era el Charly García de la cumbia", se pensaba que ya había aprendido todo de la música, pero entonces su maestra le mostró la música de Beethoven "y a los diez años rompió con su primera pobreza, que era la pobreza cultural".
Pasado un tiempo, la maestra le dijo que ya era el momento de que regresara al centro lo que éste le había dado, ante lo que le dijo que vivía en la calle y no tenía nada que ofrecer. La respuesta de su profesora le sorprendió, "para dar no hace falta que tengas nada en los bolsillo, solo que tengas ganas de dar", y le nombró maestro de los niños más pequeños.
Es por ello que afirmó ante el auditorio del IEM 2016 que "la peor de las pobrezas es pensar que uno es quien es por el lugar por el que vive, por el carro que tiene o por la ropa que viste (...) la peor de las pobrezas es la pobreza humana", descubriendo que su condición económica no le limitaba a ser la persona que es y empezó a dar clases. A los 17 años ya era el coordinador del Centro Cultural Comunitario, a los 21 director ejecutivo,...
Sus actividades sociales lo llevaron por azar del destino al Penal 48 a ver a un amigo que no había tenido las oportunidades que la vida le había dado a él y tras ver las oportunidades que existía al interior de la cárcel, puso en marcha un programa de liderazgo para los internos, con la finalidad de darles una nueva oportunidad de vida y que más allá de estar privados de su libertad, tengan una nueva oportunidad de vida tras las rejas.
Afirmó que hasta le 2010 nunca había conocido a un empresario, ya que siempre había trabajado en zonas vulnerables, en prisiones, con madres con hijos sumidos en las adicciones. Coincidió con otro joven que con su misma edad, 26 años, ya tenía una empresa, el cual al término de su participación exponiendo su experiencia personal, le pidió el favor de que trabajaran con él.
Su primera respuesta fue negarse pues para él todos los empresarios eran corruptos, recibiendo como respuesta que ese era sólo un prejuicio y le conminó a que viera la empresa como un barrio y los empleados, los vecinos, pidiéndole que aceptara la oferta de ser su responsable de recursos humanos para mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores.
15 días después se presentó a su nuevo puesto de trabajo y decidió afrontar todos los desafíos que su nueva posición comportaba. El siguiente día, su primera reacción fue presentar su renuncia y le dijo todo lo que pensaba de su compañía, empezando por su inconformidad porque al humano se le considerara un recurso, que era insensato medir a las personas por sus competencias y no por sus valores y que si por él fuera derribaba todas las paredes y ponía vidrios para que todos se vieran.
Para su sorpresa tras hora y media exponiéndole todos sus malestares con la empresa, el empresario le respondió "cámbialo todo" y así lo hizo para que en lugar de que fuera una empresa, los empleados encontrara cada día un hogar.
En los tres años siguientes la empresa creció exponencialmente y fue ascendido al puesto de gerente de Cultura y Felicidad, donde empezó a entender que las personas cuanto más encuentren su bienestar en el ámbito laboral rinden mejor. Hoy en día, Daniel Cerezo cuenta con su propia empresa CreerHacer, desde la que sigue transformando vidas.