Marcó un gol Cristiano y estuvo en el otro. No hay mejor tratamiento emocional para él y para el Madrid, que aún no ha superado su empacho de amarillo. Afeó mucho su final después de domar al Borussia con paciencia y conocimiento de la competición.
El gol de Schürrle, en el 87', destapó duras y maduras. Bale empieza a estar en máximos, Cristiano canalizó en beneficio propio su calentón del sábado, Modric es mitad pulmón mitad cerebro. Pero Benzema y Keylor aún andan de pretemporada, Ramos 'juega al filo de lo imposible y a Zidane le cuesta poner a Morata. Entró desesperadamente tarde.
Entre los datos que el Madrid ha recopilado a lo largo de su dorada historia en la Copa de Europa es que resulta frecuente y aterradora la mutación de alemanes en alimañas. Esa atmósfera, que convierte a un equipo en un batallón, le ha metido muchas veces en el sarcófago. También lo sabe el Borussia, un equipo más templado que aquel sonajero de Klopp, con pretensión de ser el Barça de Guardiola, pero con futbolistas más alejados del Balón de Oro de los que tuvo Pep y sin sus automatismos. Un equipo estupendo con la pelota pero que se desnuda fácilmente en retaguardia, condenado a sufrir y a hacer sufrir. Sus partidos son cine de aventuras.
El Madrid pasó buenos y malos ratos en un campo que es criptonita, a menudo privado de la pelota, expuesto permanentemente a dos bólidos, Dembelé y Aubameyang, y sin biodramina para evitar el mareo de una circulación rápida inducida por el trío Weigl-Castro-Götze, tres futbolistas de muy distinto pelaje pero que mezclan bien. Sin la pelota es otra cosa. Tiene los mismos buenos principios que el día europeo sin coches y también la misma eficacia. Al Madrid apenas le costó superar esa primera línea adelantadísima. Modric, su sistema de ventilación, y Kroos desbarataron esa vocación de robar pronto y cerca de Keylor. Y superada esa primera frontera el Madrid tuvo un gran porvenir en campo contrario. El Borussia eligió mandar y el Madrid, correr.
Al cuarto de hora, Modric desactivó con un pase en diagonal la cerca preparada por Tuchel y el Madrid tejió su jugada favorita. La pelota fue de izquierda a derecha con Benzema, Kroos, James y Bale despejando el territorio de enemigos hasta encontrar la pierna de Cristiano Ronaldo. Y ahí, en el último toque, incluso lejos de su grandeza, siempre es fiable. Acabó abrazado a Zidane, al que entre dientes vino a recordarle camino del banquillo del Gran Canaria que para sustituirle es preciso cambiar varias ordenanzas municipales.
El partido no lo transformó el gol, sino un doble accidente. Ramos regaló una falta tonta, producto de una distracción. Lanzada por Guerreiro muy al centro, Keylor no se atrevió a atajar la pelota y su estrafalario despeje golpeó en Varane, que lo llevó hasta la línea de gol. Allí lo empujó Aubameyang. El costarricense se enmendó en la segunda parte.
Del descanso volvió un Borussia con menos gas y un Bale con un buen revestimiento de velocidad y ambición. El partido ya fue del Madrid, que antes de que marcara Varane había lanzado varias salvas, de Cristiano, Benzema y Bale. Pero, como ante Las Palmas, le perdió la autocomplacencia. También cierta parálisis de Zidane, que metió a Morata después del 2-2. Con el partido al galope hubiese restado importancia a esa recta final, que para el Madrid ha pasado de solución a perdición.
Fuente: as.com