Inglaterra se cansó de ser el equipo aburrido, estresado, infeliz y conservador que acaba yéndose a casa demasiado pronto en las competiciones internacionales. De repente han descubierto que el cómo importa. Ahora quizá vuelva a ser una de las selecciones que deje Francia antes de hora, pero lo hará divirtiéndose, atacando, siendo fiel a su esencia. Contentando a los suyos.
Por eso supo tan mal empatar ante una Rusia mediocre tras jugar todo el encuentro sin ataduras. La manta quedaba descubierta atrás y al final pagó por ello. Injustamente, pero hay mucho que celebrar aunque los que se quedan con el resultado puede que lo olviden pronto.
Es curioso que haya tenido que ser la plantilla más joven del campeonato y uno de los seleccionadores más veteranos los que se hayan atrevido a soltar las riendas. Y quizá fuera por eso: ninguno de los dos tienen nada que perder; peor que en los últimos 25 años no se puede hacer.
Y el caso es que creó un montón de fútbol. Rooney, en su estreno como mediocentro con la selección, repartió juego. Dele Alli parecía un veterano siempre aportando, buscando caminos, rematando. Lallana colaboró en la construcción del ataque y en otras ocasiones arrastraban rivales, al igual que Kane, para que otros pudieran aprovecharse.
Los laterales Rose y Walker, con muy poco minutos internacionales y dos de los cinco jugadores del Tottenham en la alineación titular, se hincharon a subir por la banda y poner centros. Sterling tiraba hacia arriba, aunque le sigue faltando inteligencia para escoger mejor. Todos presionaron, todos querían el balón. Una delicia por lo ofensivo, lo atrevido, lo inocente.
Como todo estaba armónico, surgieron las ocasiones: Rooney desde fuera del área, Kane casi llega a dos centros, Dele Alli tuvo un par de intervenciones dentro del área. El problema es que los pross se olvidan de defender. Los partidos son muy abiertos y otro equipo más serio podría haber hecho más daño mucho antes del empate. Pero en frente tuvo a un rival que durante una hora se vio incapaz de combinar y se dedicó a lanzar balones largos a sus delanteros.
En la segunda parte, Rusia insistía en la conexión Ignashevich (central) y Dzyuba (delantero torpón y sin compañeros cerca). La intensidad inglesa perdió varios voltios y los rusos se fueron creciendo, casi sorprendidos por el paso atrás que dio su rival. Mantuvieron más el balón, presionaron más arriba e Inglaterra (para la que todo es muy nuevo, desde la alineación a la táctica y los automatismos) se vio con dificultades para conectar. Sin balón, Inglaterra es menos y se echó en falta un Dele Alli más presente o un mediocentro que sepa jugar cuando hay que sufrir. Rooney, sin dinámica cuando se cansó, no supo ayudar a controlar el juego que era lo que tocaba.
Rusia se fue acercando al área, sin embargo, en momento de dudas inglesas, Rooney tuvo la mejor ocasión salvada por una mano extraordinaria de Akinfeev antes de que Dier, el único centrocampista defensivo y en su debut oficial con la selección, marcara de falta, con ayuda del guardameta. Parecía todo hecho. Casi. Pero la falta de contundencia en un centro al segundo palo dejó el empate. Hogson debería insistir porque ha encontrado el camino.