El Eibaricidio no se hizo esperar. Mendilibar entendió que su equipo era peor en las dos áreas y pretendió que no se jugará cerca de la suya. Así que mandó presionar arriba y adelantar exageradamente la línea con dos centrales que nunca vivirán de su sprint. Fue una carnicería. El Madrid, que salió con siete futbolistas de la cantera, a los que pasea en partidos sencillos y de los que a menudo se olvida en los partidos de la verdad, hizo fortuna con sus antílopes. Casi cada arrancada de Cristiano, Lucas Vázquez y Jesé acabó en gol u ocasión. A su velocidad no existió el Eibar.
Y es que las condolencias por el batacazo a las puertas de la Volkswagen duraron un suspiro. Bronca para Danilo en el banquillo y algún silbido a Isco y James que se ahogaron cuando este abrió la goleada, en lanzamiento de falta provocada por la primera muestra de incapacidad de los guipuzcoanos para detener a un Jesé a toda pastilla.
A partir de ahí el Madrid fue un manjar. A ratos contempló el juego de buen gusto y nulo remate de su adversario y a ratos galopó hacia Riesgo sin misericordia. Casemiro se bastó como barricada en el centro del campo, sin precisar el auxilio de Isco y James, jugadores con poca vuelta pero mucho peligro. Arriba, hubo espacios en los que acampar. Cristiano se movió entre el centro y la izquierda siempre con sentido cooperativo. Lucas Vázquez tuvo la alegría desbordante de siempre (definitivamente juega menos de lo que le corresponde) y Jesé estuvo emprendedor, habilidoso, rápido y resolutivo. Nacho, atrás, volvió a discutir su papel de cuarto central. Y Casilla dejó dos paradas estupendas.
El Eibar, que resultó notable con la pelota y un pelele sin ella, fue tragándose los goles de un adversario repleto de suplentes pero que entendió bien su misión de captación de adhesiones para el martes. Con todo decidido llegaron al partido Bastón, que le dio más filo a su equipo, y Danilo, al que ni el clima de jarana le libró de los silbidos. Zidane debió evitárselos. Y tuvo un cuarto de hora Mayoral, canterano de última generación. La academia siempre estará ahí para cuando truene y para cuando escampe.
Fuente: as.com