El Barcelona sacó el mayor rédito posible en su peor partido. Si el Barcelona es capaz de ganar jugando tan mal como hizo en el estadio Gran Canaria por 1-2 en un partido que le permite meter presión a sus más inmediatos perseguidores, es que la Liga se le pone muy de cara a los de Luis Enrique.
Mucho se habla de la importancia del tridente, que es el que escenifica los éxitos del Barcelona, pero muy poco se habla de la esencia del juego del Barcelona, que se sustenta en el equilibrio táctico, la reducción de espacios, la presión y la salida de pelota. En Las Palmas, Luis Enrique se olvidó de la esencia y apostó por ganar el partido únicamente con la pegada del tridente prescindiendo de Piqué mientras no podía contar con Busquets, sancionado.
Ellos dos forman la verdadera brújula de un equipo. Son el alimento del juego para un tridente que puede decidir por si solo, pero que se siente más cómodo cuando el engranaje funciona. Y ese engranaje es un reloj cuando están los dos canteranos que se asocian con Iniesta.
Sin Piqué ni Busquets (ni Rakitic de salida) el Barcelona se vio abandonado a un partido ante un equipo como la Unión que les disputó la posesión de la pelota y que a pesar de no tener a muchos de sus titulares obligó al líder de la Liga a pedir la hora en los minutos finales.
Para estos partidos fichó el Barcelona a Suárez, un verdadero bulldozer del área que se autoabastece en condiciones precarias. El uruguayo es un guerrillero indomable que tira del carro aunque el resto de los caballos se hayan ido a pastar por el prado. Para él, no hay rival pequeño, partido pequeño, campo pequeño, ni ventaja pequeña. Eso es lo que le hace ser un jugador mayúsculo. Puede fallar goles cantados, pero vuelve a intentarlo como si del siguiente remate dependiera su salario. Y al final, de la insistencia, sale la gloria.
La fe de Suárez es la que le permitió al Barcelona superar uno de los partido más peligrosos del Barcelona en la Liga. La historia del club catalán está llena de partidos como el de ayer que acabaron en derrota. Esos equipos no tenían a un Suárez en sus filas.
El uruguayo adelantó al Barcelona en el minuto seis de partido al aprovechar un gran centro de Alba, que estuvo mucho mejor en ataque que en defensa, donde una y otra vez se quedaba rezagado habilitando el ataque rival. Es lo que tiene no tener al lado a Piqué. El tanto del Pichichi de la competición debería haber servido para liquidar el partido, pero la UD Las Palmas demostró que Setién les ha inculcado el virus del fútbol. William José empató a los tres minutos y el Barcelona lo empezó a pasar mal.
Tuvieron sus ocasiones los visitantes, pero pronto se vio claro que los cracks no andaban finos. Les faltaba el tempo que le marcan al juego Piqué y Busquets. Sergi Roberto lo intentaba de todas las maneras, pero no contaba con buenos socios al lado. Arda Turan iba perdido y las ayudas de Mathieu o Mascherano eran venganzas.
Antes del descanso, un nuevo arranque de genio de Suárez, que remontó la línea de fondo como si fuera una desbrozadora de maleza le permitió a Neymar maquillar con un gol decisivo su mediocre partido.
A partir de ahí, el Barcelona se dedicó a sufrir y esperar apuntillar al contragolpe a una Unión que puso más fútbol que los barcelonistas. Pudo sentenciar el Barça en remates de Suárez y Neymar, pero Varas estuvo brillante. Sin ese golpe que tumbase al rival en la lona, acabó el Barcelona pidiendo la hora ante el acoso de los locales. Algo hay que decir a favor de este Barça de Luis Enrique. Ha logrado que gane sin jugar bien. Y así, es muy difícil que se les escape la Liga.
Fuente: as.com