#QueNoNosMineLaMina ¡No a la minería en Samalayuca!
29 de agosto de 2019 | Por Administracion
Por: Movimiento Democrático Magisterial en Chihuahua
Por: Movimiento Democrático Magisterial en Chihuahua
Una nueva calamidad se cierne sobre el norte de Chihuahua: es el aleteo depredador del capitalismo salvaje, que ahora pretende el arrasamiento del territorio en una superficie considerable a 52 kilómetros al sur de Ciudad Juárez con otro proyecto extractivista , propio de las economías de enclave, neocolonialistas y saqueadoras; aderezado con una fraseología edulcorada y una argumentación demagógica acerca de las supuestas mejoras que acarrearía a la comunidad.
Con bombo y platillo se anuncia por el “representante” del Seccional de Samalayuca del municipio de Juárez, la apertura de una mina a cielo abierto en ese poblado desértico. El presidente seccional, un tránsfuga sin firmeza ideológica, convertido ahora en acólito panista, imbuido de rancio neoliberalismo,impulsa sin recato, un proyecto minero de pillaje, dejando de soslayo el dañino impacto ambiental en una zona muy lastimada por los embates del “desarrollo” capitalista hacia el entorno natural.
Este megaproyecto - se festina –tendrá una inversión de más de 4000 millones de dólares y generará 1200 empleos, además de contar con medidas de protección al ambiente, cuando de sobra sabemos que es una falacia que haya minería amigable con la naturaleza, sean sus procesos de lixiviación con cianuro de sodio o ácido sulfúrico, de cualquier modo provocan perjuicios graves a la salud humana, a la flora y la fauna. La minería subterránea no es sustentable, mucho menos la de cielo abierto.
Desde la conquista española, realizada por los métodos más violentos y brutales, la minería ha sido fuente de enriquecimiento de unos cuantos a costa de la miseria y el sufrimiento de pueblos enteros. Actualmente es pírrica su contribución a la creación de empleos y de un monto bajísimo su aporte tributario a la hacienda pública; entonces, es una total mentira su participación en el desarrollo nacional, en cambio, sus desastres son palpables, basta recordar Pasta de Conchos y la contaminación del Río Sonora por Cananea del Cobre.
Para Samalayuca no se augura un futuro mejor, en vez de restaurar en esa comunidad la condición de área natural protegida que ostentó hasta enero de 2015, se le abre paso a un proyecto de muerte con el abatimiento de los mantos freáticos, las polvaredas tóxicas, la enfermedad de la avaricia y la conversión futura en un pueblo fantasma.
Samalayuca, desde la perspectiva empresarial, caminaría de manera acelerada hacia su transformación en una zona económica especial.
Esta región del desierto chihuahuense ha sido afectada por las pulsiones de ganancia monetaria, sin considerar el daño causado al hábitat. Aquí se instaló una termoeléctrica que consume una gran cantidad de agua, lo mismo que la planta de Cementos de Chihuahua, que ponen en riesgo la sustentabilidad del acuífero Conejos Médanos, se construyó el gasoducto Samalayuca – Sásabe, propiedad del Grupo Carso, existe un cementerio nuclear con material contaminado por cobalto 60.
La minera agudizaría el deterioro del frágil equilibrio ambiental.
Por si eso fuera poco, están en peligro los petrograbados existentes en sus montañas, algunos de los cuales se remontan al Horizonte Cenolítico Inferior, de una antigüedad de entre 14000 y 9000 años. El afán de lucro y la sed por el dinero no conoce límites de ningún tipo; ni políticos, ni éticos, ni el de conservación de la memoria y el patrimonio cultural. Así como se destruyó el Cerro de San Pedro en San Luis Potosí, de la misma manera, se puede acabar con la Sierra de Samalayuca, pues ya existe el antecedente del saqueo de arena de las dunas del lugar.
Los accidentes ambientales se suceden con frecuencia donde se asientan empresas mineras. En el estado de Chihuahua los percances menudean, lo mismo en el municipio de Ocampo que en Madera. Uno de los casos más sonados fue el derrame de la Compañía Río Tinto en Urique, cuya polución llegó a contaminar las fértiles tierras del Valle del Fuerte, productoras de alimentos en Sinaloa. Pero a medida que avanzan las explotaciones mineras, aumenta la conciencia ambiental y se organiza la resistencia.
Es emblemática la lucha de los habitantes del Ejido Benito Juárez en Buenaventura por expulsar a la minera canadiense Mag Silver y su filial mexicana El Cascabel, lo que demuestra que si se puede contra el poderío del capital. El combate a las empresas devastadoras del entorno es un derecho y una obligación de los pueblos, sobre todo en un momento en que el mundo sufre una catástrofe ecológica y un desastre ambiental. No nos puede ser ajeno el incendio en la Amazonia, ni el derretimiento de los casquetes polares; tampoco Samalayuca.
El interés de la oligarquía neoliberal es seguir lucrando a costa de la explotación de las fuentes originarias de riqueza: la naturaleza y el trabajo humano; no puede existir esta casta parasitaria sin la acumulación por despojo, la rapiña sobre los territorios y el estrujamiento de la mano de obra de las y los trabajadores. Por eso nos oponemos de manera férrea a la instalación de la minera en estas tierras y llamamos a la población a impedir que se concrete un potencial ecocidio en la zona del norte de nuestra entidad.
La lucha por la igualdad, la justicia y la democracia, implica también escuchar la voz de la Madre Tierra, clamor que emerge desde las selvas incendiadas, los bosques arrasados, el aire envenenado, los ríos, lagos y mares contaminados, los cerros derruidos, las especies animales a punto de extinción. Defendiendo el territorio que habitamos, contribuimos a preservar la vida en el planeta, tenemos que impedir que las visiones del pragmatismo desmedido y la ambición exacerbada se impongan. En las pequeñas acciones locales se manifiestan las grandes causas universales.