Viaje Fugaz

Por: Rosalío Morales Vargas

Por: Rosalío Morales Vargas
 
Adivinarlo no podemos;
es posible morir un jueves neblinoso,
o un domingo soleado por la tarde.
Bordea la insondabilidad de los arcanos
nuestro tránsito raudo por la tierra.
 
Discurre la existencia entre dos eternidades,
antes del nacimiento y después de la partida;
arribamos desnudos de equipaje,
e igual nos vamos sin alguna pertenencia.
 
De sobra lo sabemos,
no hay vida sin la muerte,
se complementan las antípodas
en el fluir perpetuo de la historia;
la razón se ilumina
cuando contrito sopla el gélido viento de la ausencia,
en los umbrales rotos de la despedida.
 
Cuando zarpa la barca de Caronte,
nos espera la playa de las sombras,
la sensación de exilio y ostracismo,
un rústico camino de silencio.
 
Después de la vereda serpenteante,
¿ Dónde quedaron arrogancias y ufanías?
Sólo un acumulado e inhóspito mutismo
y un inmenso volumen de recuerdos,
si en alguien una huella hemos dejado.
 
En el efímero chispazo que es la vida,
la manera mejor de andar caminos,
es hallarle sentido al breve y apurado nomadismo,
alzarse del aturdimiento y las derrotas,
brindarse con pasión a alguna causa,
convertir el amargo y adusto desaliento
vistiendo de alegría las luchas libertarias.
 
Nada perdura para siempre,
pero nada detiene el vigor de trashumancias,
en búsqueda obstinada de justicia.
 
No lo olvidemos,
es posible morir un jueves neblinoso
o un domingo soleado por la tarde.
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